No hace mucho me he dado cuenta de que cada persona tiene sus
sonrisas. Puede que parezca algo estúpido, pero sin duda no lo es. Sonrisas de:
Ya estoy aquí, me parto contigo, te la estas ganando, te quiero, gracias… en
fin todas y cada una de estas sonrisas son las que mueven y moverán el mundo,
son sonrisas generales, pero a la vez únicas en cada persona. Nos hacen cambiar
de opinión, mirar más allá, vamos lo que viene siendo vivir la vida a nuestra
manera.
Pero entre todas y cada una de estas sonrisas, los humanos
nos encontramos con unas pocas diferentes, especiales. Son las que cada uno
guardamos celosamente en un baúl bajo llave en nuestra memoria. “¿Para qué
sirven?” os preguntareis, pues simplemente para decirte cada día quién eres, y
porqué o quién te levantas cada día. Puede que el tiempo sea caprichoso, y
tardes en encontrar estos tesoros, pero os doy mi palabra de que existen, y ya
sea una tarde de sol cerca del mar con la brisa marina acariciando tu cara, o
un simple segundo en la plena espesura de un bosque, que tú agradecerás toda la
vida haber divisado algo tan valioso.
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