El caballo negro se detuvo ante la puerta, su jinete tras
bajar del espectral caballo se acercó al cuerpo que yacía inmóvil frente a la
espectral puerta gris. Era demasiado tarde, era evidente que su fortaleza no le
sirvió de nada con un corte de tal calibre en el estómago.
La rabia recorría todo su cuerpo, la bestia ansiaba salir.
Un rastro de sangre se adentraba en el antiguo refugio. Cuando nuestro jinete
abrió la puerta y se adentró en la penumbra del antiguo escondrijo, una risa
recorrió cada rincón del refugio. No lo aguantaba más no podía retenerla tenía que
dejarla salir, después de todo lo ocurrido se seguía riendo. Un grito
desgarrador supuso el comienzo del fin. Su cuerpo ya no era suyo, ahora la
bestia recorría el refugio a una velocidad indescriptible.
Muchos se fueron enfrentando a ella, si, pero ninguno podía
saciar su sed de sangre. La bestia seguía avanzando, sin ninguna equivocación, ¡Cómo
conocía aquellas ruinas! Podríamos decir que se crio allí, cuando las cosas
eran más fáciles. Si, ese recuerdo le estaba ayudando a recuperar el control. Por
fin volvía a ser él. Caminó el poco camino que le faltaba, la verdad que la
bestia le había ahorrado muchas complicaciones. Cuando por fin llegó a la
última puerta, una ligera risa surgió del interior. La abrió sin ningún tipo de
temor. Allí estaba, EL MALDITO BUFÓN, su mano actuó de forma automática
agarrándole el cuello. El bufón con una sonrisa burlona dijo:
-¡Vamos, acaba
conmigo! ¡Sera lo mejor para todos! Todo el mundo te lo agradecerá, no habrá
nadie que te lo reproche, ¡Vamos solo será un segundo!
¡Cómo lo odiaba, y cuanta razón tenía! pero había algo que
le impedía hacerlo, ese pequeño hombrecito le inspiraba lástima, y además no
llegaría lejos con esa herida en el pecho, si, su compañero caído en la puerta,
se había encargado de dejarle un bonito recuerdo. Sintiéndose estúpido lo soltó
y sin decir nada se dio media vuelta en dirección a la puerta.
Un grito de rabia recorrió toda la habitación. El bufón se
dirigía a él con la cara bañada en lágrimas cuchillo en mano. Su mano como si
tuviera vida propia, desenfundó la espada, y en menos de un segundo atravesaba
el pecho del bufón, el cual sonriente, dedicó su último aliento en un “Gracias”.
¡Cómo que gracias! ¡No podía creerlo, esto era lo que él quería! pero ¿con qué
fin? Al lado del sonriente cuerpo encontró un libro con una nota: “Este es mi
diario de viaje, te lo cedo, para que comiences a comprender”. (Continuará).
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