La niebla que consumía la cima de la montaña, ocultaba la
figura que hacía unos minutos vigilaba la ciudad. Si, desde arriba incluso con
aquella densa y fantasmagórica niebla, la tranquila y brillante ciudad se
alzaba en la oscuridad de la noche.
Desde arriba como decía una figura con capucha blanca, solo
dejaba a la vista una sonrisa de satisfacción. Observaba con una tranquilidad
admirable la ciudad como si de un perro guardián se tratase.
Su primera mirada fue hacía el puerto, allí estaba su barco,
admirable, reparado, e incluso con una vuelta a los diseños originales, ¿su
tripulación? Hacía un mes que les había dado “vacaciones”, sin duda volverán
cuando se les reclame mostrando una vez más una lealtad digna de admirar, el
único problema eran los puestos de mando, que por primera vez en la historia
del barco habían sido abandonados en medio de la travesía, pero dentro de lo
malo puede tener solución rápida.
Su siguiente mirada, hacia el mar donde no hace mucho, un
lujoso barco le recordó de una elegante forma como las apariencias no lo son
todo. Si, muchos hombres de ese barco son añorados ahora por nuestro guardián.
Con la mirada puesta en una pequeña estación, su sonrisa se
transforma en una carcajada… COMO LOS QUERÍA, estos del pueblo llano, siempre
llenos de sorpresas y dispuestos a sacarte una sonrisa.
Por último sus ojos verdes no pudieron evitar ir recorriendo
las diferentes casas de esta asombrosa ciudad. Poco a poco fue localizando una
a una, las moradas de sus compañeros. ¿Qué sería de él sin ellos? Es evidente
que no hubiera recorrido ni la mitad del camino que ha conseguido.
Una ráfaga de viento, hizo volver a la tierra a nuestro
capitán, el cual sin decir una palabra, y sin dejar de sonreír, se adentró en
la niebla para poder volver a su ciudad, la ciudad brillante. Tranquilos, nuestro
capitán ha retornado con más fuerza que nunca.
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