domingo, 2 de diciembre de 2012

La vieja brisa del viento.


La ciudad dormía, en silencio, sin sobresaltos, como debía ser. Nadie debía verlo. Saltando de tejado en tejado, con una rapidez y agilidad comparable a la de un gato. Parecía fácil, pero en realidad la oscuridad le impedía calcular bien sus pasos, hasta tal punto, que se vio obligado a utilizar el viento en un par de ocasiones para evitar la caída. Cuando por fin llegó a los barracones de la ciudad, solo una habitación tenía luz, allí estaba su objetivo. Con pulso firme y tranquilidad, trepó hasta la iluminada ventana. Y por fin la vio, allí sentada de espaldas. Al darse cuenta de su presencia, sus arrugas se hicieron más profundas, había sonreído, como siempre. Nuestro capitán nunca pudo entenderlo, ¿cómo podía sonreír? Siempre pendiente de todos, compartiendo todas las penas, y siempre con lo mejor de ella, su sonrisa y sus buenos consejos.
Compartieron durante un largo rato, hechos, opiniones, y recuerdos, como siempre. La verdad nuestro capitán nunca se cansaría de repetir este tipo de visitas espontáneas.
El viaje de vuelta, fue mucho más rápido, el viento estaba a su favor. La ventana de su camarote seguía abierta, así que sin más entró, aliviado de poder dejar de cubrirse con la capucha blanca. La puerta se abrió a su espalda. Uno de sus segundos mandos entró:
            -Señor, ha llegado un mensaje del gobierno central, han rectificado su posición, quieren que se presente en el barco con forma de isla en media jornada.
            -Gracias, pero por el momento ponga rumbo a la ciudad llana.
            -Pero señor, el gobierno central podría…
            -El gobierno central, no tendrá más remedio que aguantarse. –Lo interrumpió el capitán. – Una gran sabia, siempre me ha dicho que no permita que nadie marque mí camino, y eso es lo que siempre hice. Partiremos en busca del barco islote después de unas cuantas paradas indispensables. 
            -Muy bien señor, pasaré la orden.
Cuando el barco comenzó a navegar, desde la ventana de su camarote, nuestro capitán pudo ver en la playa, una pequeña figura con la mano agitando los brazos. Una carcajada resonó en el camerino, ¿es evidente que todavía le quedaba mucho por aprender de ella? ¿Cómo habría conseguido bajar tan rápido? En fin, solo los años se lo dirán. 

1 comentario:

  1. Disfruta todo lo que puedas de ella :)
    la sabiduría de los abuelos es una fuente indispensable de la que beber...

    Me encantó ;)

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