sábado, 23 de marzo de 2013

Formación del corazón.



La sangre, se deslizaba por su frente como una lágrima solitaria. Aquel día, el entrenamiento, los esfuerzos,  y los sacrificios de los jóvenes cargos  del gobierno central, al fin daban sus frutos. El capitán de capucha blanca había sido derrotado, y se encontraba ahora ante ellos. Su tripulación no había durado mucho ante su gran flota. Era evidente que su preparación en el arte de la guerra era insuficiente. Y aunque el capitán fuera un experto, ¿qué podría hacer un hombre frente a diez?
                -Al parecer, creéis tener la batalla ganada. - Comentó el capitán bajo su blanca capucha con una sonrisa.
                -¿Cómo que creéis? Miraos solo ante el peligro. – Dijo uno de los cargos con una sonora carcajada. – Vuestra tripulación está derrotada.
                -Es evidente, que os queda aún mucho por aprender. En ningún momento he estado solo, joven. – Comentó el capitán sin modificar la sonrisa de su cara.
Una carcajada general, acompañada de burlas retumbó en el espeso bosque. “Es evidente que está loco” pensó uno de los sonrientes cargos antes de dirigir su atención a los árboles que les rodeaban. De la oscuridad once sombras comenzaron a aproximarse. Toda la tripulación de ese loco, se encontraba ahora apuntándoles con armas de fuego, y con una sonrisa en los labios.

                -Déjenme, que les brinde un consejo, señores. – Comenzó el capitán sonriente. – Ustedes, como la totalidad del gobierno central tienen un gran punto débil. Su formación. Tantos requisitos, esfuerzos, entrenamientos, y grandes pruebas, no podrán compararse nunca con mi tripulación. Puede que ahora mismo, estén heridos, cansados, y jamás tengan vuestro excelente dominio de las armas. Pero tienen algo que hoy, y siempre les llevará a la victoria. Respeto mutuo, amistad, lealtad, compromiso, y libertad de tomar su propio camino. Y por eso hoy son ellos los que están aquí, y no vuestros hombres. Ellos son los verdaderos vencedores de la batalla. Espero que la próxima vez que nos encontremos, sean ustedes los que tomen sus decisiones, y no unos altos mandos con pruebas y porcentajes inútiles.
Ninguno de los cargos del gobierno central se movió, cuando el capitán desapareció en la oscuridad del bosque con su tripulación. Silencio. Eso era lo único que reinaba ahora. El silencio de la verdadera mente despertando.

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