domingo, 31 de agosto de 2014

dos...




El sonido de las sirenas rompía el susurro del solitario viento del norte. Sus ojos verdes observaban el inmenso parque. Estaba oscuro, y aun así su belleza era infinita… no había un sitio con mayor paz en toda la ciudad. Y allí sentado sobre la barandilla de metal el joven suspiró agotado. Dos palabras… solo podía pensar en esas dos palabras, esas que habían cambiado su mundo en cuestión de segundos. Dos palabras… solo dos habían causado miedo, dolor, desazón,  habían creado incertidumbre, tensión, puede que incluso desconfianza. Dos palabras destinadas a los sueños, a la  felicidad, al triunfar, dos palabras que necesitaban ser contadas, dos palabras que estallaron como un rayo en una tormenta, dos palabras que inventaron distancia, dos palabras que alimentaron al peor enemigo y al mismo tiempo aliado, el silencio.
Dos palabras… dos palabras habían arrasado con todo a su paso, dos palabras que con el viento se materializaban a su espalda, el joven lo sabía, pero no iba a girarse, no… esta vez ya no.

El sonido del disparo, la bala cortando el viento, el impacto, su cuerpo cayendo…
Tras unos minutos sus ojos verdes se abrieron lentamente, observaban el estrellado cielo, era hermoso, pero no era para él…
Un anciano observaba desde una humilde casa cercana, el joven lo sabía, como también sabía que sus ojos ya no mostraban el brillo que un día había portado con orgullo. 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Ser o no ser...



Hay veces que cuando llueve, me quedo parado y miro al cielo. Noto cada gota de agua caer por mi rostro, fresca y pura. Y sinceramente es cuando más me pongo a pensar, ¿Cuál es el talón de Aquiles del hombre (haciendo referencia al sexo masculino)? “Los sentimientos” pienso siempre casi al instante. Si… ese es nuestro punto flaco, nuestra debilidad, nuestra grieta. Sinceramente me apena ver como poco a poco los hombres de hoy en día se sigue encerrando en una burbuja de la que posiblemente jamás saldrán, un lugar donde escondemos nuestros miedos, nuestro cariño, nuestros sueños, donde se guardan bajo llave todos y cada una de las razones por las que un corazón late. Y es que vivimos en un mundo donde nos aferramos al dinero, al poder, a la satisfacción mundana, al seguir adelante sin mirar atrás, al sobrevivir.
Dicen que el hombre solo pensamos en nuestro beneficio, en logar  vidas cómodas, que somos egoístas, que no pensamos en las mujeres, nuestras compañeras de viaje, que nos dejamos llevar por nuestros instintos o impulsos, que no pensamos lo que hacemos, ni como lo hacemos, que solo nos interesa el físico.
Llámenme soñador, iluso, e incluso estúpido, pero para mí eso solo es  una vida vacía, soy del pequeño porcentaje de personas que prefiere una sonrisa, un abrazo, o un beso de la persona a la que amo antes que todo el poder, o las riquezas del mundo. Me apena ver como gran parte de nuestros compañeros de género, desperdician la auténtica felicidad, con actos deleznables. Ante esto yo lanzo una pregunta a esa gran cantidad de hombres ¿De qué vale el dinero, el poder, el alcanzar la “gloria” si no tienes con quien compartirlo el resto de tu vida? ¿De qué me sirve una noche bajo las estrellas si no tienes con quien compartirla? ¿De qué me sirve ocultar nuestra mayor virtud bajo llave? 

Todos seremos hombres, pero creo que aquellos que luchan en pos de ser mejores personas, aquellos que tiemblan de emoción con una sonrisa, aquellos que se atreven a decir lo que sienten, aquellos que antes de juzgar o actuar intentan llegar al corazón, aquellos que ríen, lloran, suspiran, aquellos que siempre intentan ser como el sol que da calor para lograr ser tan grandes como el mar, serán los merecedores del mayor regalo que la humanidad puede otorgar, el amor. 

viernes, 15 de agosto de 2014

La muerte del llamado héroe



Su barco estaba vacío, anclado en el silencio de una pequeña playa. No había nadie a bordo, todos se habían marchado, pues… un descanso lo necesita todo el mundo.  El fuego de la hoguera iluminaba levemente su rostro sin ocultar en su capucha, ese fuego al que había confiado el más profundo deseo de su corazón.  Había logrado llegar hasta el final, y aun así no se sentía bien, “El Héroe” le llamaban algunos, pero él se sentía más bien como un estúpido. Sabía que no era el más fuerte, ni el más inteligente, no sabía de números, ni de grandes y enigmáticos teoremas, no conocía la medicina, y no era el más diestro en armas, y aun así él había llegado hasta el final.
¿Acaso él no se merecía un descanso? ¿No había luchado por quien lo necesitaba? ¿No había ayudado a sobrevivir a los que habían tirado la toalla? ¿No había defendido a los que no sabían defenderse? ¿No había orientado a los perdidos? ¿No había entrenado a los que nadie quería entrenar? ¿No había sido paciente con los que quería? ¿No los había protegido? Después de todo ¿No se merecía todo lo que ahora perseguía su corazón?
Silencio… esa era la respuesta a todos sus esfuerzos. Puede que al final sus enemigos tuvieran parte de razón, estaba luchando por algo imposible… Quizás ya era hora de dejar de luchar, dejar de intentar vencer, de ser el supuesto “héroe  al que todos admiran pero que al final nadie apoya.
Lentamente se levantó, y dejando atrás la hoguera, comenzó a ascender por el bosque de la pequeña isla. Apenas sabía por dónde iba, solo ascendía, mientras pensaba sonriente lo caprichoso había sido el destino con él.
 La cima se postró ante sus pies, toda la isla se veía desde allí. Sintió al rayo acercarse, volvía para herirle una vez más. Sus rodillas tocaron el suelo, las gotas de sudor caían como lágrimas en el suelo, de su grito desgarrador, el viento fue convocado, de sus puños golpeando el suelo, el fuego fatuo fue generado. Todos y cada uno de los tres poderes del capitán se fusionaron en uno… viento, fuego fatuo, y trueno… los tres unidos provocaron el mayor desastre en la historia de la isla.
Silencio… al final del camino eso es lo que le había derrotado, el silencio… su cuerpo agarró el extremo del alargado objeto, y con los últimos atisbos de fuerza, el capitán clavó la bandera, mientras que su inconfundible sonrisa, la que apenas había desaparecido de su rostro, dejo de existir. Y fue así y solo así como el mundo perdió al mayor de los héroes que podía haber tenido, un hombre normal que solo luchaba por vivir tranquilo y en paz. 




FIN
 

domingo, 10 de agosto de 2014

Oro, plata, y piedra

Lo vio… un destello en la oscuridad. Sin siquiera planteárselo, estiró la mano agarrando el metálico objeto. Su cuerpo tendido aun en el suelo, se fue irguiendo aun emitiendo rayos y descargas eléctricas hasta mantenerse apoyado en la rocosa pared. Las gotas de sudor de su pelo golpearon de forma implacable y silenciosa el suelo de piedra… estaba en una cantera… pero no había recordado haber llegado allí.
Su mano se abrió lentamente, y sus ojos estupefactos observaron ese amuleto perdido, ese amuleto que siempre aparecía en los peores momentos. Sin pensar, dirigió su amuleto a la insignia que portaba en su cuello… ¿Le ayudaría esta vez? ¿sería suficiente?… sin duda estaba cayendo en la locura, los delirios le hacían desvariar.


Cerró los ojos con esperanzas de descansar… su debilitado cuerpo le hizo caer en el reino de Morfeo, sin inmutarse siquiera de cómo su mano aun sostenía la moneda en su cuello.

jueves, 7 de agosto de 2014

Yami



La brisa le estaba acariciando el rostro cuando volvió a recibir una descarga eléctrica… no gritó, no pidió ayuda, simplemente recibió el eléctrico golpe cayendo de rodillas pesadamente. Había intentado todo para controlarlo, pero parecía que estaba lejos de salir victorioso… sus ojos desprendieron unas finas lágrimas, se sentía estúpido… allí plantado sin poder controlar los poderes que él mismo había desarrollado.
De entre las sombras una nueva figura le miró… “¿Acaso no había luchado ya suficiente?”, pensaba mientras observaba a la desconocida silueta.  Era fuerte, oscura, y posiblemente peligrosa. Sus pulmones emitieron un suspiro, tenía miedo, rabia, confusión, tristeza, pero aun así, su cuerpo se irguió poco a poco, y aún con sus ojos humedecidos desenfundó su espada y lo miró. Sentía el final cerca, no sabía si para bien o mal, pero lo sentía…