Su barco estaba vacío, anclado en el silencio de una pequeña
playa. No había nadie a bordo, todos se habían marchado, pues… un descanso lo
necesita todo el mundo. El fuego de la
hoguera iluminaba levemente su rostro sin ocultar en su capucha, ese fuego al
que había confiado el más profundo deseo de su corazón. Había logrado llegar hasta el final, y aun
así no se sentía bien, “El Héroe” le
llamaban algunos, pero él se sentía más bien como un estúpido. Sabía que no era
el más fuerte, ni el más inteligente, no sabía de números, ni de grandes y enigmáticos teoremas, no
conocía la medicina, y no era el más diestro en armas, y aun así él había
llegado hasta el final.
¿Acaso él no se merecía un descanso? ¿No había luchado por
quien lo necesitaba? ¿No había ayudado a sobrevivir a los que habían tirado la
toalla? ¿No había defendido a los que no sabían defenderse? ¿No había orientado
a los perdidos? ¿No había entrenado a los que nadie quería entrenar? ¿No había
sido paciente con los que quería? ¿No los había protegido? Después de todo ¿No
se merecía todo lo que ahora perseguía su corazón?
Silencio… esa era la respuesta a todos sus esfuerzos. Puede
que al final sus enemigos tuvieran parte de razón, estaba luchando por algo
imposible… Quizás ya era hora de dejar de luchar, dejar de intentar vencer, de ser el
supuesto “héroe” al que todos admiran pero que al final nadie
apoya.
Lentamente se levantó, y dejando atrás la hoguera, comenzó a
ascender por el bosque de la pequeña isla. Apenas sabía por dónde iba, solo
ascendía, mientras pensaba sonriente lo caprichoso había sido el destino con
él.
La cima se postró ante
sus pies, toda la isla se veía desde allí. Sintió al rayo acercarse, volvía
para herirle una vez más. Sus rodillas tocaron el suelo, las gotas de sudor caían
como lágrimas en el suelo, de su grito desgarrador, el viento fue convocado, de
sus puños golpeando el suelo, el fuego fatuo fue generado. Todos y cada uno de
los tres poderes del capitán se fusionaron en uno… viento, fuego fatuo, y
trueno… los tres unidos provocaron el mayor desastre en la historia de la isla.
Silencio… al final del camino eso es lo que le había
derrotado, el silencio… su cuerpo agarró el extremo del alargado objeto, y con
los últimos atisbos de fuerza, el capitán clavó la bandera, mientras que su inconfundible
sonrisa, la que apenas había desaparecido de su rostro, dejo de existir. Y fue
así y solo así como el mundo perdió al mayor de los héroes que podía haber
tenido, un hombre normal que solo luchaba por vivir tranquilo y en paz.
FIN
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