El sonido de las sirenas rompía el susurro del solitario
viento del norte. Sus ojos verdes observaban el inmenso parque. Estaba oscuro, y
aun así su belleza era infinita… no había un sitio con mayor paz en toda la
ciudad. Y allí sentado sobre la barandilla de metal el joven suspiró agotado. Dos
palabras… solo podía pensar en esas dos palabras, esas que habían cambiado su
mundo en cuestión de segundos. Dos palabras… solo dos habían causado miedo,
dolor, desazón, habían creado
incertidumbre, tensión, puede que incluso desconfianza. Dos palabras destinadas
a los sueños, a la felicidad, al
triunfar, dos palabras que necesitaban ser contadas, dos palabras que
estallaron como un rayo en una tormenta, dos palabras que inventaron distancia,
dos palabras que alimentaron al peor enemigo y al mismo tiempo aliado, el
silencio.
Dos palabras… dos palabras habían arrasado con todo a su
paso, dos palabras que con el viento se materializaban a su espalda, el joven
lo sabía, pero no iba a girarse, no… esta vez ya no.
El sonido del disparo, la
bala cortando el viento, el impacto, su cuerpo cayendo…
Tras unos minutos sus ojos verdes se abrieron lentamente, observaban
el estrellado cielo, era hermoso, pero no era para él…
Un anciano observaba desde una humilde casa cercana, el joven
lo sabía, como también sabía que sus ojos ya no mostraban el brillo que un día
había portado con orgullo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario