Sus ojos verdes observaban la vieja puerta de madera. Todos
los años la cruzaba… esa puerta, la puerta a un mundo tranquilo, sin
preocupaciones, un mundo en el que todos querrían estar, pero pocos saben
aguantar. Él era inteligente, solo la cruzaba y volvía al cabo de unos días, sabía
que la realidad aguardaría su regreso, conocía el camino de vuelta…
Su mano tocó el metálico pomo, y noto la fuerza desde el
otro extremo. Aún estaba dudando de si cruzarla esta vez… ¿haría bien pisando
esos maravillosos dominios?
Sus ojos se humedecieron, y tras dudar una vez más, abrió la
puerta y la cruzó. El sol inyectó calor a todo su cuerpo, y el mar le acarició
con su maravillosa brisa, aunque el joven siguió sin sonreír, ¿era esto lo
correcto?
Tan absorto estaba en sus pensamientos que olvidó cerrar la puerta…
la puerta hacia el mar…
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