miércoles, 26 de noviembre de 2014

Change



La lluvia caía sobre el campamento, esa lluvia que tapa toda tu visión más allá de tres o cuatro metros, una lluvia fuerte, insaciable, invencible…  lo mejor era no enfrentarse a ella, solo dejarla pasar.
Lo que nos faltaba, el maestro en paradero desconocido, el segundo al mando simplemente los abandona desertando, numerosos frentes abiertos hacen que la rebelión tiemble, y ahora el campamento inundado e inutilizado por la reina de las tormentas” Pensaba la joven soldado mientras observaba el mapa de la región. Estaban perdiendo de nuevo la guerra…
Silencio… el campamento era atacado por el silencio más aterrador del inframundo… no se oía a los herreros, a los soldados de la guardia, ni siquiera el tintineo de las espadas al caminar… había demasiado silencio…
El filo de su cuchillo se detuvo en su garganta… su cuerpo se paralizó, y de su boca solo surgió un pequeño gritito de sorpresa… con el pelo largo y descuidado, con barba sucia, y calado hasta los huesos, pero él estaba allí. Su armadura estaba hecha añicos, cortes, quemaduras, golpes, sangre, barro… pero él estaba allí, mirándola con sus inconfundibles ojos verdes.
                -Buen ataque… -su voz emitió un sinfín de emociones.
                -Maestro… yo…
                -Calla… vete a descansar…
                -Pero el oficial… la rebelión…
                -Lo se tranquila… estoy orgulloso de todos vosotros… habéis mostrado lealtad, fuerza, resistencia, valor, dedicación, cariño, confianza, habéis mostrado vuestro lo más noble de vuestros corazones, sin flaquear ni un segundo, de verdad… estoy orgulloso de todos y cada uno…
                -Pero maestro… ¿qué ha sido de ti? ¿Estás hecho un desastre? ¿Qué haremos ahora?
                -No te preocupes, me ha costado, pero creo que sobreviviré a estas heridas. Por ahora yo mismo viajaré a aclarar esta situación.
                -¿Solo? No te vamos a dejar…
                -Iré solo, no hay más discusión… mañana llegarán los nuevos oficiales, cuatro personas de total confianza que no me han fallado nunca. En mi ausencia se os comunicará quien tiene el mando. Por el momento seguir armándoos,  y seguir entrenando, puede que tengamos que luchar pronto… por más seguridad, acudir al castillo de mi familia, ahí la rebelión gozará de más protección y fuerza que estar desperdigados en simples campamentos.
                -Maestro…
                -Ahora vete a descansar… tranquila estoy aquí como siempre, puede que yo no esté llamado a ganar, o vencer, pero de una forma u otra, la rebelión hará que  viváis en paz.
Viéndola alejarse, él sonrió como hacía meses que no hacía… aún estaba hueco, pero había algo que nada ni nadie podía quitarle… el orgullo de ver crecer a la generación que cambiará el mundo. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Alas negras



El sonido de sus tacones resonaba en cada uno de sus pasos. Se acercaba a él, lo sabía… sintió la fría caricia del miedo en su interior, ¿era eso acaso lo que sentían aquellos que la veían cara a cara? La puerta se abrió. Ella, le miró con curiosidad, vestía un elegante atuendo negro, muy característico de la moda londinense de finales del siglo XX. No desplegó sus negras alas, pero él sabía que se trataba de ella, ¿era un enemigo? ¿un amigo? No lo sabía… solo sabía que nunca podría vencerla, burlarla o superarla, ella era el final.
                -Así que tú eres el que ha derrotado a los cuatro… -su voz era dulce y calmada, y su sonrisa tranquilizadora.- No te han dejado muy bien parado…
Él intentó levantarse la cama, pero tras unos leves movimientos, la sangre volvió a brotar de sus heridas. Ella lo miró expectante.
                -Aun no…
                -¿No? –Preguntó ella mirándole fijamente a los ojos- ¿Acaso has vuelto de ese desierto de ceniza por una razón? Dime joven… ¿por qué has vuelto a tu castillo?
                -Porque si yo no estoy, ella se irá también contigo… no se merece eso, porque aún hay una revolución que debe triunfar, porque necesito resurgir de mis cenizas… necesito una respuesta, porque debo demostrar a los que un día faltaron a su lealtad que yo si cumplo mis promesas, porque quiero volver a sentir, a reír, a cantar, a jugar, a pensar,  a llorar… y porque no quiero ir contigo.
                -¿Será tu cuerpo y tu mente capaz de superarlo?
                -No tengo respuesta a esa pregunta, pero no quiero irme así sin más, demasiadas cosas se han jugado ya, mucho se ha perdido, y ya es suficiente… es hora de que  todo cambie, no sé si para bien o para mal, pero va a cambiar, y si para ello me tengo que enfrentar al más fuerte y poderoso de los hombres, lo haré.
Lentamente el mundo a su alrededor, fue desapareciendo, la imagen de la elegante anciana se fue alejando cada vez más y más… ¿qué era aquello? ¿Qué estaba pasando?
Sus ojos se abrieron bruscamente. Se incorporó tan rápido que no pudo evitar un grito de dolor… sus heridas aun no estaban curadas. Aun así se levantó de la cama, y se acercó a la ventana. Ya era hora de que la revolución reclamara lo que era suyo por derecho, su libertad...

lunes, 10 de noviembre de 2014

El peón del desierto (parte final)




Las gotas de sudor resbalaban por su rostro y la sangre formaba ya regueros a lo largo de todo su cuerpo. El último de ellos se hallaba frente a él, siempre calmado, siempre joven, y sobre todo siempre fuerte y resistente. Ya no quedaba nada a su alrededor, ni el desierto de ceniza, ni mar, solo una gran extensión de dura y negra piedra…
                -Admitámoslo, estás en tu límite humano… -su voz ronca le daba ese aspecto de sabio tan característico- no debes reprocharte nada, en verdad me has sorprendido, has apagado el mismísimo fuego del sol, has controlado el más huracanado de los vientos, y has resistido la más fría y fuerte de las olas, puede que seas el primero en haber llegado tan lejos, pero… ahora yo soy tu final, acepta la realidad, no hay salida para ti.
La roca estaba dura… sus pies lo notaban, sus ropas… no eran más que harapos rotos… ensangrentados, y su mirada era igual de vacía… no había cambiado.
                -La realidad… -dijo él dando su primer paso y comenzando a avanzar- me hubiera gustado otra realidad… sin guerra, sin destrucción, sin muerte, sin enfermedad, sin miedo, sin pérdidas, sin traición, sin dolor… conozco la realidad, ahora… ¿conoces tú las consecuencias de la realidad?
El longevo Tierra lo miró con orgullosa superioridad… tendría que acabar con tanta fanfarronería, y lo haría de una vez por todas.
El primer ataque le golpeo en el estómago, pero él continuó caminando, el segundo en el hombro izquierdo, pero solo consiguió retener levemente su marcha. Piernas, costillas, corazón, cara, incluso entre ceja y ceja, pero él no se detenía… solo caminaba lentamente hacia él, con expresión sombría, fijando sus vacíos ojos verdes en su sorprendida mirada.
Fue en ese momento, cuando lo entendió todo, la maldición a los cuatro elementos, el final del poder de Fuego, el perjurio de Viento, y el sufrimiento constante de Agua… lo entendió todo cuando su puño atravesó su cuerpo… él no se quemaba porque ya le habían quemado por dentro, su fuerza no se disipaba porque ya no había más fuerza en su corazón, y él no perdía nada porque ya estaba hueco. Y fue así y solo así como Tierra comprendió que ese joven ya le habían quitado su realidad. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

El peón del desierto (parte 4ª)



Las lágrimas se deslizaban lentamente por sus blancas mejillas. Tenía miedo… Fuego había desaparecido, y Viento había entrado a formar parte de él, si, tenía miedo… miedo a la oscuridad de aquella habitación en un lugar cualquiera de ninguna parte, miedo perder también a Tierra, miedo a la soledad… sentía frio, el frio de su corazón helado…
                -Agua… -susurro la voz de Tierra al verla levantarse- debes aguantar…
No sirvió de nada, ya había desaparecido bajo la fuerza de las olas…
El mar irrumpió engullendo todo a su paso. Las fuertes olas le rodearon,  y de todo un desierto de ceniza solo quedaba ya una pequeña isla negra donde él reposaba cabizbajo con los ojos cerrados, sentado con brazos y piernas cruzados… cualquiera que le hubiera visto pensaría que era una postura de paz y meditación, pero ella sabía que la realidad no era así, ni mucho menos.
                -He venido a matarte…  -su voz se vio quebrada por un soñozo.
Sus ojos verdes se abrieron y le miraron fijamente, no mostraban temor, ni valentía, su mirada carecía de significado, de sentimientos, de fuerza… pero a la vez estaba viva…
Agarró con decisión el cristal de hierro,  y sin dudarlo más, la muchacha se lanzó sobre él. Clavó el cristal una y otra vez, sin parar… sus lágrimas se mezclaban con el reguero de sangre que desembocaba en el mar.  
Ella lloraba… él se levantó lentamente, y escupiendo la sangre acumulada en su boca, la miró con una sonrisa vacía. Ella lloraba… le había clavado el cristal unas dieciséis veces y él seguía allí en pie, sin hablar, sin atacar, simplemente avanzaba.
Ella lloraba… y las lágrimas consumieron poco a poco su ser, su propia existencia. Y fue así y solo así como el Agua comprendió que a ese joven ya le habían vaciado por dentro.

domingo, 2 de noviembre de 2014

El peón del desierto (parte 3ª).



La habitación estaba oscura, sin ella, el calor de aquel lugar en ninguna parte, dejaba de existir… era algo efímero, algo frio… había estado tranquilo suficiente tiempo.  Lentamente se levantó de su asiento y se dispuso a desaparecer con un sordo golpe de viento.
                -¿A dónde crees que vas Viento? –preguntó el longevo Tierra.
                -A por él… no se ha movido ni un centímetro de su posición… un solo humano contra cuatro elementos… es imposible que…
                -Viento… recuerda que Fuego ya no está –las lágrimas de Agua, recorrían su blanco rostro desde hacía horas- su impaciencia le costó demasiado…
                -Es mi decisión… -su voz resonó en la habitación antes de que una fuerte brisa le hiciera desaparecer junto a su blanco zorro.
Pudo oírle desde hacía medio kilómetro. Se acercaba montado en su gran zorro blanco, su respiración era entrecortada, algo en su interior estaba inquieto… podía sentir truenos, tifones, sentía fuerza, pureza, transparencia…
El zorro se detuvo frente a él, generando un golpe sordo. Lentamente desmontó, y le observó  con una sonrisa irónica.
                -¿Tú? ¿Tú… eres el que  nos ha maldecido? ¡¡EL ÚNICO HUMANO QUE ME PODÍA CONTROLAR ESTÁ MUERTO DESDE HACE TIEMPO!! –Su blanca cara estaba pegada a su rostro- ¿Qué te hace pensar… que tú podrás conseguir algo?
                -Conozco tu historia… -sus ojos verdes encontraron su mirada llena de sensaciones- te quedaste solo... te sentías comprendido, ese humano y tú hicisteis grandes cosas en el pasado, pero no pudo mantener el ritmo… siempre hay un límite físico y mental ¿verdad? y al final... te quedaste solo...
                -¿Qué sabrás tú? Solo eres un estúpido que no sabe a quién ha maldecido…
                -Sé a quién he maldecido, y porqué… pero ahora no estás aquí por eso…
Su mano acarició el suave pelaje del zorro, Viento quedó perplejo, nadie había sido capaz de siquiera de rozar al animal, y él... ¿le estaba acariciando? Un gran tornado emergió del animal, su cuerpo comenzó a desaparecer dejando tras de sí una estela de polvo blanco.
Miró a la pluma ahora en su mano, era blanca con un signo oriental pintado en rojo. Sin dudarlo la atrajo hacia su corazón y dejándola entrar en su interior, solo susurró: “Lo siento, aunque yo no sea ese humano... te pido perdón en su lugar...” 

El grito desgarrador del joven de pelo blanquecino rompió el silencio del lugar, las diferentes partes de su cuerpo comenzaban a desaparecer y a estallar… por fin había alguien otra vez capaz de utilizar su poder para el bien.  Y fue así y solo así como el Viento comprendió que a ese joven ya le habían quitado la fuerza del corazón.