domingo, 2 de noviembre de 2014

El peón del desierto (parte 3ª).



La habitación estaba oscura, sin ella, el calor de aquel lugar en ninguna parte, dejaba de existir… era algo efímero, algo frio… había estado tranquilo suficiente tiempo.  Lentamente se levantó de su asiento y se dispuso a desaparecer con un sordo golpe de viento.
                -¿A dónde crees que vas Viento? –preguntó el longevo Tierra.
                -A por él… no se ha movido ni un centímetro de su posición… un solo humano contra cuatro elementos… es imposible que…
                -Viento… recuerda que Fuego ya no está –las lágrimas de Agua, recorrían su blanco rostro desde hacía horas- su impaciencia le costó demasiado…
                -Es mi decisión… -su voz resonó en la habitación antes de que una fuerte brisa le hiciera desaparecer junto a su blanco zorro.
Pudo oírle desde hacía medio kilómetro. Se acercaba montado en su gran zorro blanco, su respiración era entrecortada, algo en su interior estaba inquieto… podía sentir truenos, tifones, sentía fuerza, pureza, transparencia…
El zorro se detuvo frente a él, generando un golpe sordo. Lentamente desmontó, y le observó  con una sonrisa irónica.
                -¿Tú? ¿Tú… eres el que  nos ha maldecido? ¡¡EL ÚNICO HUMANO QUE ME PODÍA CONTROLAR ESTÁ MUERTO DESDE HACE TIEMPO!! –Su blanca cara estaba pegada a su rostro- ¿Qué te hace pensar… que tú podrás conseguir algo?
                -Conozco tu historia… -sus ojos verdes encontraron su mirada llena de sensaciones- te quedaste solo... te sentías comprendido, ese humano y tú hicisteis grandes cosas en el pasado, pero no pudo mantener el ritmo… siempre hay un límite físico y mental ¿verdad? y al final... te quedaste solo...
                -¿Qué sabrás tú? Solo eres un estúpido que no sabe a quién ha maldecido…
                -Sé a quién he maldecido, y porqué… pero ahora no estás aquí por eso…
Su mano acarició el suave pelaje del zorro, Viento quedó perplejo, nadie había sido capaz de siquiera de rozar al animal, y él... ¿le estaba acariciando? Un gran tornado emergió del animal, su cuerpo comenzó a desaparecer dejando tras de sí una estela de polvo blanco.
Miró a la pluma ahora en su mano, era blanca con un signo oriental pintado en rojo. Sin dudarlo la atrajo hacia su corazón y dejándola entrar en su interior, solo susurró: “Lo siento, aunque yo no sea ese humano... te pido perdón en su lugar...” 

El grito desgarrador del joven de pelo blanquecino rompió el silencio del lugar, las diferentes partes de su cuerpo comenzaban a desaparecer y a estallar… por fin había alguien otra vez capaz de utilizar su poder para el bien.  Y fue así y solo así como el Viento comprendió que a ese joven ya le habían quitado la fuerza del corazón.

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