lunes, 10 de noviembre de 2014

El peón del desierto (parte final)




Las gotas de sudor resbalaban por su rostro y la sangre formaba ya regueros a lo largo de todo su cuerpo. El último de ellos se hallaba frente a él, siempre calmado, siempre joven, y sobre todo siempre fuerte y resistente. Ya no quedaba nada a su alrededor, ni el desierto de ceniza, ni mar, solo una gran extensión de dura y negra piedra…
                -Admitámoslo, estás en tu límite humano… -su voz ronca le daba ese aspecto de sabio tan característico- no debes reprocharte nada, en verdad me has sorprendido, has apagado el mismísimo fuego del sol, has controlado el más huracanado de los vientos, y has resistido la más fría y fuerte de las olas, puede que seas el primero en haber llegado tan lejos, pero… ahora yo soy tu final, acepta la realidad, no hay salida para ti.
La roca estaba dura… sus pies lo notaban, sus ropas… no eran más que harapos rotos… ensangrentados, y su mirada era igual de vacía… no había cambiado.
                -La realidad… -dijo él dando su primer paso y comenzando a avanzar- me hubiera gustado otra realidad… sin guerra, sin destrucción, sin muerte, sin enfermedad, sin miedo, sin pérdidas, sin traición, sin dolor… conozco la realidad, ahora… ¿conoces tú las consecuencias de la realidad?
El longevo Tierra lo miró con orgullosa superioridad… tendría que acabar con tanta fanfarronería, y lo haría de una vez por todas.
El primer ataque le golpeo en el estómago, pero él continuó caminando, el segundo en el hombro izquierdo, pero solo consiguió retener levemente su marcha. Piernas, costillas, corazón, cara, incluso entre ceja y ceja, pero él no se detenía… solo caminaba lentamente hacia él, con expresión sombría, fijando sus vacíos ojos verdes en su sorprendida mirada.
Fue en ese momento, cuando lo entendió todo, la maldición a los cuatro elementos, el final del poder de Fuego, el perjurio de Viento, y el sufrimiento constante de Agua… lo entendió todo cuando su puño atravesó su cuerpo… él no se quemaba porque ya le habían quemado por dentro, su fuerza no se disipaba porque ya no había más fuerza en su corazón, y él no perdía nada porque ya estaba hueco. Y fue así y solo así como Tierra comprendió que ese joven ya le habían quitado su realidad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario