miércoles, 19 de noviembre de 2014

Alas negras



El sonido de sus tacones resonaba en cada uno de sus pasos. Se acercaba a él, lo sabía… sintió la fría caricia del miedo en su interior, ¿era eso acaso lo que sentían aquellos que la veían cara a cara? La puerta se abrió. Ella, le miró con curiosidad, vestía un elegante atuendo negro, muy característico de la moda londinense de finales del siglo XX. No desplegó sus negras alas, pero él sabía que se trataba de ella, ¿era un enemigo? ¿un amigo? No lo sabía… solo sabía que nunca podría vencerla, burlarla o superarla, ella era el final.
                -Así que tú eres el que ha derrotado a los cuatro… -su voz era dulce y calmada, y su sonrisa tranquilizadora.- No te han dejado muy bien parado…
Él intentó levantarse la cama, pero tras unos leves movimientos, la sangre volvió a brotar de sus heridas. Ella lo miró expectante.
                -Aun no…
                -¿No? –Preguntó ella mirándole fijamente a los ojos- ¿Acaso has vuelto de ese desierto de ceniza por una razón? Dime joven… ¿por qué has vuelto a tu castillo?
                -Porque si yo no estoy, ella se irá también contigo… no se merece eso, porque aún hay una revolución que debe triunfar, porque necesito resurgir de mis cenizas… necesito una respuesta, porque debo demostrar a los que un día faltaron a su lealtad que yo si cumplo mis promesas, porque quiero volver a sentir, a reír, a cantar, a jugar, a pensar,  a llorar… y porque no quiero ir contigo.
                -¿Será tu cuerpo y tu mente capaz de superarlo?
                -No tengo respuesta a esa pregunta, pero no quiero irme así sin más, demasiadas cosas se han jugado ya, mucho se ha perdido, y ya es suficiente… es hora de que  todo cambie, no sé si para bien o para mal, pero va a cambiar, y si para ello me tengo que enfrentar al más fuerte y poderoso de los hombres, lo haré.
Lentamente el mundo a su alrededor, fue desapareciendo, la imagen de la elegante anciana se fue alejando cada vez más y más… ¿qué era aquello? ¿Qué estaba pasando?
Sus ojos se abrieron bruscamente. Se incorporó tan rápido que no pudo evitar un grito de dolor… sus heridas aun no estaban curadas. Aun así se levantó de la cama, y se acercó a la ventana. Ya era hora de que la revolución reclamara lo que era suyo por derecho, su libertad...

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