viernes, 7 de noviembre de 2014

El peón del desierto (parte 4ª)



Las lágrimas se deslizaban lentamente por sus blancas mejillas. Tenía miedo… Fuego había desaparecido, y Viento había entrado a formar parte de él, si, tenía miedo… miedo a la oscuridad de aquella habitación en un lugar cualquiera de ninguna parte, miedo perder también a Tierra, miedo a la soledad… sentía frio, el frio de su corazón helado…
                -Agua… -susurro la voz de Tierra al verla levantarse- debes aguantar…
No sirvió de nada, ya había desaparecido bajo la fuerza de las olas…
El mar irrumpió engullendo todo a su paso. Las fuertes olas le rodearon,  y de todo un desierto de ceniza solo quedaba ya una pequeña isla negra donde él reposaba cabizbajo con los ojos cerrados, sentado con brazos y piernas cruzados… cualquiera que le hubiera visto pensaría que era una postura de paz y meditación, pero ella sabía que la realidad no era así, ni mucho menos.
                -He venido a matarte…  -su voz se vio quebrada por un soñozo.
Sus ojos verdes se abrieron y le miraron fijamente, no mostraban temor, ni valentía, su mirada carecía de significado, de sentimientos, de fuerza… pero a la vez estaba viva…
Agarró con decisión el cristal de hierro,  y sin dudarlo más, la muchacha se lanzó sobre él. Clavó el cristal una y otra vez, sin parar… sus lágrimas se mezclaban con el reguero de sangre que desembocaba en el mar.  
Ella lloraba… él se levantó lentamente, y escupiendo la sangre acumulada en su boca, la miró con una sonrisa vacía. Ella lloraba… le había clavado el cristal unas dieciséis veces y él seguía allí en pie, sin hablar, sin atacar, simplemente avanzaba.
Ella lloraba… y las lágrimas consumieron poco a poco su ser, su propia existencia. Y fue así y solo así como el Agua comprendió que a ese joven ya le habían vaciado por dentro.

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