Las lágrimas se deslizaban lentamente por sus blancas
mejillas. Tenía miedo… Fuego había desaparecido, y Viento había entrado a
formar parte de él, si, tenía miedo… miedo a la oscuridad de aquella habitación
en un lugar cualquiera de ninguna parte, miedo perder también a Tierra, miedo a
la soledad… sentía frio, el frio de su corazón helado…
-Agua…
-susurro la voz de Tierra al verla levantarse- debes aguantar…
No sirvió de nada, ya había desaparecido bajo la fuerza de
las olas…
…
El mar irrumpió engullendo todo a su paso. Las fuertes olas
le rodearon, y de todo un desierto de
ceniza solo quedaba ya una pequeña isla negra donde él reposaba cabizbajo con
los ojos cerrados, sentado con brazos y piernas cruzados… cualquiera que le
hubiera visto pensaría que era una postura de paz y meditación, pero ella sabía
que la realidad no era así, ni mucho menos.
-He
venido a matarte… -su voz se vio
quebrada por un soñozo.
Sus ojos verdes se abrieron y le miraron fijamente, no
mostraban temor, ni valentía, su mirada carecía de significado, de
sentimientos, de fuerza… pero a la vez estaba viva…
Agarró con decisión el cristal de hierro, y sin dudarlo más, la muchacha se lanzó sobre
él. Clavó el cristal una y otra vez, sin parar… sus lágrimas se mezclaban con
el reguero de sangre que desembocaba en el mar.
Ella lloraba… él se levantó lentamente, y escupiendo la
sangre acumulada en su boca, la miró con una sonrisa vacía. Ella lloraba… le
había clavado el cristal unas dieciséis veces y él seguía allí en pie, sin
hablar, sin atacar, simplemente avanzaba.
Ella lloraba… y las lágrimas consumieron poco a poco su ser,
su propia existencia. Y fue así y solo así como el Agua comprendió que a ese
joven ya le habían vaciado por dentro.
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