viernes, 16 de diciembre de 2016

La armadura del fénix



El sonido de las olas al romper en la arena era lo único vivo en aquella playa. Una isla cambiante… allí es dónde le habían llevado sus pasos, un lugar desierto, sin habitantes. Solo ellos cinco y sus más allegados, un puerto y la basta naturaleza, y aun así el lugar era tan grande que podían tardar días e incluso semanas en encontrarse.
                -¿No entiendes porque hemos venido aquí? –su voz le hizo sonreír.
                -Ya decía yo que había mucho silencio…
                -Hombre… -respondió el dragón una sonrisa burlona- un mago del fuego pensativo… eso es menos común que una vaca carnívora. ¿Qué te preocupa?
                -No entiendo tus movimientos… durante años luchamos juntos en una guerra sin fin. Había momentos en los que incluso con todo en nuestra contra fuiste capaz de cargar con una responsabilidad que no te pertenecía y plantar cara y salir victorioso, cada día luchando adquirías más y más poder y jamás dudaste en utilizarlo en el bien común. Juntos creamos un gremio que venció al gobierno central. Tras eso adquieres el poder del dragón y cuatro meses de batallas después, cuando recuperas todo el terreno perdido decides desaparecer de la lucha y llamarnos a los cuatro aquí. Cuando te vi arrancar el sello de los cuatro pensé que no ibas a volver a levantarte y sin embargo, lo hiciste y ordenando crear un poblado a cada uno en cada extremo de la isla, desapareciste en lo más hondo del bosque… ¿Para qué estamos aquí? ¿Qué buscas en ese bosque?
El sonido de los cañonazos le impidió contestar. Dos explosiones cayeron en el agua, no dudo ni un segundo y con su llameante puño destrozó una peligrosa tercera bala.
                -¡¡Capitán nos atacan!! –Gritó uno de los marineros desde puerto- ¡Es el gobierno central!
No lo dudo ni un segundo y llamando al fénix alzó el vuelo en dirección al mar. Una vez encima del primer barco, de vuelta en su forma humana descendió en picado y concentrando su poder en la pierna derecha golpeó el suelo de cubierta. Tras una ardiente ola de viento, un cañón tras otro comenzó a estallar y mientras el barco quebraba por la mitad una columna de fuego ascendía por el mástil reduciendo a cenizas cualquier centímetro de tela. Tras un fuerte salto, lanzó una de sus bolas de fuego contra el siguiente barco y cayendo sobre un tercero concentró todo su poder. Desde el agua un gran muro de flamas surgió cubriendo todo el barco. Ya eran suyos… pensó mientras con otra bola de llamas lanzaba por los aires a los pocos marineros osados que quedaban a bordo.
Cuando sus manos tocaron de nuevo la arena, desplomó su empapado cuerpo boca arriba en la playa y respiró hondo.  Ese último muro de llamas había agotado su energía completamente. Una brisa de viento helado le hizo sentir un escalofrío por toda la espalda y girándose de forma repentina la vio. Una hermosa y brillante armadura plateada y roja con alas doradas, con la  majestuosa forma de un ave en cuyo pico había un papiro.
Acercando su mano comprobó que el propio metal irradiaba calor, era como si la propia armadura tuviera vida. Como si ella misma le llamara, cómo una conexión… era algo extraño de explicar. Lentamente abrió el papiro y leyó reconociendo al instante su letra:
Dicen que cuando el mundo fue al fin mundo. Sus habitantes poseían extrañas habilidades en función de su lugar de nacimiento. Crear medicinas y curas  que podían burlar a la misma muerte, controlar el crecimiento de las plantas y el comportamiento de los animales, manipular el tiempo e incluso utilizar el calor y la luz del sol para sobrevivir. Dicen las malas lenguas que existían cuatro grandes ciudades, una dedicada al agua en las tierras heladas del Norte, otra al fuego en las volcánicas y duras tierras del Sur, una al Oeste en honor a las fértiles tierras y una última en el misterioso Este a dónde nadie podía navegar debido a los intensos vientos.
Durante millones años las cuatro ciudades convivieron en paz y armonía, y con los años las habilidades de sus habitantes dejaron de ser necesarias. Décadas después la naturaleza obligó a los humanos a trasladarse y comenzar a formar el mundo tal y como lo conocemos hoy. Con el tiempo ese mensaje de paz y armonía se convirtio en palabras vacías, en lemas… y esos pueblos en cuyo origen encontramos el amor y la bondad quedaron consumidos en una pura leyenda.
¿Por qué estamos aquí? Porque nosotros somos las leyendas de nuestra propia historia, porque hemos comprobado que somos capaces de lograr imposibles, porque sabemos que nada es verdad, que todo está permitido, qué solo nosotros podemos ser los responsables de nuestra propia civilización. Estamos aquí porque sabemos que solos somos grandes, pero juntos… imparables.
Por eso, a ti, el protector... el guardián del fuego, te hago entrega del símbolo de tu poder. Aquel al que nadie puede derrotar, aquel que se levanta de sus cenizas aún más fuerte, aquel al que considero mi escudo y mi espada, mi grito en la batalla. Aquel del que estoy seguro utilizará su poder para proteger lo que más ama aunque ello suponga agotar toda sus fuerzas.
A Edu por sus 26 añazos, para que nunca deje de ser ese que me saca de quicio y me otorga la fuerza y la ilusión para luchar por un mundo mejor.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El legendario dragón de las estrellas

El sonido de sus pisadas contra la suave hierba, hicieron que las peludas orejas del lobo se levantaran con atención. Su olfato natural distinguió su olor. El dulce aroma de las páginas de un libro nuevo, del viento en una noche estrellada, la fragancia del rey de los espíritus celestiales, no había duda alguna… era ella.
                -Vaya así que estabas aquí… chucho escurridizo –su voz fue la respuesta que necesitaba.
                -Me has encontrado… -dijo el joven de nuevo en su forma humana.
                -Siempre lo hago… -respondió ella con una sonrisa.
                -Sí, -reconoció él sonriendo- da igual cuán lejos esté, siempre eres capaz de estar a mi lado.
                -¿Ahora me vas a decir porque he tenido que recorrerme todo este bosque hasta donde ya ni el sol pasa entre las copas de los árboles?
                -Acompáñame… -dijo él tras un segundos tornando en un pequeño y anaranjado zorro.
El sonido de su voz hizo que la joven abriera los ojos con sorpresa. Algo no iba bien…
Caminaron durante horas. Él delante, correteaba con sigilo y elegancia, ella, lo seguía con cautela. Atravesaron ríos y cuevas, dejaron atrás pueblos abandonados y destruidos, incluso pasaron bajo construcciones tan antiguas como la humanidad misma.
                -Cuidado ahora… -le dijo el joven dragón de nuevo humano.
Lentamente su cuerpo desapareció bajo las raíces de un gran árbol. Ella lo siguió y lentamente bajo el cobijo de la oscuridad quedó sola. Durante unos minutos continuó el pasadizo hasta que el sol le deslumbró.
Poco a poco sus ojos pudieron vislumbrar el maravilloso lugar. El sol atravesaba las copas de los árboles con una tenue luz blanca,  las anaranjadas hojas de los árboles caían lentamente produciendo una suave y húmeda alfombra. En el centro se alzaba una hermosa fuente de piedra blanca.
Ella, dubitativa  se acercó, y viendo su reflejo en el agua respiró aliviada. Su yo del reflejo le sonrió y lentamente se evaporó. A su alrededor el tiempo se detuvo, el viento dejó de soplar, las hojas de los árboles dejaron de caer y el sonido de los pájaros al cantar se detuvo.
                -Veo que estás más bella que nunca –su corazón comenzó a latir más deprisa. Él, el más majestuoso y fuerte de los espíritus, estaba allí.
                -Creía que no volvería a verte…
                -Sí, es cierto, así era el trato… ¿verdad? –dijo el león- la vida del joven y a cambio ser mi guardián en la tierra, y no volver a vernos jamás… pero tu amigo el dragón siempre ha sabido encontrar la forma de tergiversar las reglas.
                -¿Ha sido… él?
                -Encontró el portal y nos llamó a todos, uno a uno. El dragón es una de las constelaciones de la balanza, así que no dudo ni un segundo en meterse aquí y amenazar con no comer ni dormir hasta que apareciéramos.
                -Estúpido insensato… -dijo ella poniendo los ojos en blanco.
                -Insensato… si, pero leal a fin de cuentas. Él nos contó cómo le salvaste la vida en otras cuantas ocasiones, cómo aun a pesar de todas las dificultades siempre has estado ahí para sanarle las heridas y ayudarle a levantarse y por supuesto, cómo enseñaste y educaste a esos jóvenes a ser personas libres. Me ha contado cómo durante años guardaste su congelado corazón junto con otros tres guardianes y cómo aun logrando volver a hacerlo latir, lograste cumplir parte de su sueño más preciado. Ese idiota ha chillado a todo el universo cómo aun a día de hoy tú con los miedos propios de todo humano eres capaz de  cagar con los problemas de los demás y ayudarles a seguir adelante. No hay duda alguna sobre tu fortaleza joven guerrera, has explorado nuevos mundos y has logrado convertirte en maestra de la verdad, tienes el poder de dar sentido a aquellas angustias del mundo. Por eso antes de que tu capitán se le ocurra volver a osar perturbarnos, te lego el poder del dragón. Un poder para los humildes y los bondadosos de corazón, para aquellos cuyo sentido de la libertad se fusiona con un incansable amor a la vida y la verdad, para los que no miran para atrás sino es para sonreír y enorgullecerse del camino recorrido, ahora eres un símbolo de esperanza, lealtad y justicia. Serás aquella que podrá volar por caminos nuevos, por tierras de leyenda donde se te conocerá y recordará por ser quién un día hizo del mundo un lugar mucho mejor. Toda estrella será tú guía y toda constelación tu aliada. Sigue tendiendo mi mano sobre el necesitado y mi garra contra la corrupción y la crueldad, demuestra lo que vales…
Como si como de un sueño se tratase, sus ojos se abrieron al instante. Era de noche y las estrellas se podían entrever a través de las copas de los árboles. Lentamente se incorporó y mirando a su joven amigo sentado a su lado sonrió.
                -Eres un tonto…
                -Vayamos a buscar tu nueva armadura, -dijo él besándole la mejilla- esta noche otro nuevo dragón ha llegado. 
A mi amiga Ainara por sus 23 añazos, para que siga siendo ese ejemplo de lealtad y cariño que tanto admiro y quiero. Feliz Cumpleaños.

domingo, 4 de diciembre de 2016

La promesa del dragón


La brusca fuerza del viento invernal le devolvió de la lejana tierra de sus pensamientos. Las olas golpeaban de forma brusca contra la lisa piedra del paseo. Lentamente continuó su marcha por aquella conocida ciudad. Habían pasado muchas cosas desde su última visita… si, había algo en esa ciudad que había cambiado.
El ruinoso castillo se alzaba frente a él en silencio, congelado por la llegada del invierno. Aun recorriéndolo lentamente pudo detectar la marca de sus garras en las paredes, el lugar dónde al fin conoció el verdadero fuego, el pequeño patio dónde había perfeccionado sus habilidades y su técnica, el rincón dónde uno de esos famosos nuevos capitanes había tropezado siendo solo un chiquillo, sonrió, el escondrijo dónde había sentido la oscuridad por primera vez en mucho tiempo… aquel era un lugar que había alimentado los sueños de muchos y enseñado a otros tantos. Un remanso que podría haber sido usado para el bien pero que el tiempo y la guerra acabó por corromper.
                -Aun tienes valor para volver… -el sonido de su voz le trajo alegría y tristeza al mismo tiempo.
                -No esperaba encontrarte aquí desde luego –respondió mientras sus ojos verdes miraban a la joven.
                -¿No? –Le dijo lanzando un sucio periódico lleno de manchas a sus pies -¿sobre todo después del titular? “Los guardianes bajo capuchas blancas han vuelto” Al principio pensaban que eras tú, pero luego se dieron cuenta que sus habilidades no eran iguales que las tuyas… han conseguido anular a todo un ejército en unas pocas horas, han arremetido contra los comandantes y se han expuesto frente un oficial quien se ha encargado de poner en alerta a todos los altos mandos.
                -No sé a dónde quieres llegar a parar.
                -Ellos son tu tripulación, tu “gremio” –respondió ella con desprecio- ¡¡Contrólalos!!
El joven dragón se acercó a la pared y deslizó sus dedos suavemente entre las garras grabadas en la piedra.
                -Este lugar me trae recuerdos. Unos muy buenos, otros tan tristes que arrancarían el corazón de cualquier hombre. Recuerdo aquellos días dónde se me criticó, se me persiguió y se me intento coaccionar en lo que mejor que sé hacer, educar. Recuerdo cada palabra: “Sigue enseñando tonterías, el futuro te devolverá a tu sitio”, “Esos jóvenes no llegarán a ser quienes tú quieres”, “¿Qué es ese símbolo que todos portáis? ¿Acaso crees que armarlos caballeros supondrá algún cambio para ellos?”… Después vino la última guerra y el primer objetivo fuimos nosotros. No solo arremetisteis contra mí sino que también contra todo lo que había conseguido y amaba. No soportabais la idea de dejar que nuestros aprendices pudieran aprender a través de su propia experiencia y reflexión, no queríais que vieran el mundo tal y cómo era en todas sus facetas, sino que pretendíais implantar una proyección propia desprovista de toda contradicción o debate. Aún hoy no sois capaces de entender cómo aun con vuestras ataduras, ellos fueran capaces de burlaros y encontraran en mi humilde gremio, un lugar en el que no se les juzgaba o castigaba por pensar o defender los ideales que ellos mismos forjaban a través del autoaprendizaje y reflexión. Aún a día de hoy no sois capaces de ver la oportunidad que desaprovechasteis. Teníais un lugar dónde personas completamente opuestas eran capaces de convivir con respeto y admiración, dónde soñar y cooperar por un mundo más justo y más humano se llevaba por una vez a cabo, dónde el crecimiento de cuerpo, mente y espíritu se unían en un camino personal, único y significativo. Pero aun así atacasteis. Quizá pensando que huiría, que no demostraría lo que como maestro enseñaba y aun pretendo enseñar, creyendo que dispersándonos y separándonos no habría una rebelión. Pero os equivocasteis y sufristeis el mayor golpe que puede existir, la verdad con hechos. Pudisteis sentir las consecuencias de herir no aún hombre, sino a una familia. ¿Dices que son mi tripulación? No… ya no. Afortunadamente ellos son capaces de viajar dónde quieran y con quien quieran, ¿dices que son mi gremio? Si… lo son, pero tú no entiendes el significado de esa palabra. Ellos son personas libres, responsables de sus actos, luchadores, personas de corazón noble, personas capaces de hacer lo correcto pase lo que pase aunque ello suponga correr riesgos o penalidades, ellos son lo que tu orden y tú jamás lograreis ser.
                -Hablas de educación cuando ni siquiera diste la cara cuando desapareciste. Eso es lo que tú enseñas…
                -Si vas a acusarme de algo… –le interrumpió el dragón con elegancia- por favor que sea por algo cierto, no meros rumores o tergiversaciones de la realidad. Si se me ha de acusar de algo acúsame de algo que no sea consecuencia de los actos de otros, y si tras conocer los hechos verdaderos yo considero que he obrado de forma errónea seré el primero en tratar de enmendar el error. Pero no esperes obtener frutos de un árbol quemado, de las ruinas un gremio… de una familia destrozada, del dolor causado por aquellos a los que sigues y apoyas. Que no te haya atacado no significa que no haya heridas que jamás sanen.
                -Será pues que tú eres quien no has puesto de tu parte para evitarlo.
                -Una auténtica persona…  -respondió apretando con furia su mano sobre el mango de su espada- es aquella que siempre intenta hacer lo correcto y lucha para que quienes ama no sufran.
                -¡¡Y lo dices tú que ni siquiera dudas un segundo en golpear cuando luchas!!
                -Puede que yo tenga claro porqué y quién lucho… ¿puedes decir tú lo mismo?
                -Mírate… -le espetó ella con asco sin percatarse del negro cielo que ahora les cubría- con tu mano en el mango de tu espada. ¿Acaso te crees mejor? –El viento comenzó a agitarse de forma brusca y en las montañas podían oírse los intensos golpes de los truenos-¿Alguien especial? Vamos… contesta.
                -¡¡BASTA!! –una estruendosa explosión destrozo la última pared del castillo.
La voz de una de los jóvenes capitanes le hizo sonreír. Las nubes se disiparon y el viento volvió a convertirse en ligeras brisas. Allí estaban cuatro de ellos, bajo sus capuchas blancas. Cuerpo a cuerpo, armas de fuego, magia, esgrima… cada uno tenía habilidades diferentes, y no por ello ninguno era más fuerte que cualquier otro.
                -Date media vuelta –le dijo la más delgada mirándole a los ojos- ésta ya no es tu lucha maestro…
El joven dragón los miró fijamente y sin mediar palabra, llamó al viento y su cuerpo desapareció.
                -¡¡Lo ves!! Escapas como un cobarde. Incluso tus aprendices me protegen a mí.
                -No te estamos protegiendo a ti… imbécil –exclamó uno de los cuatro apuntándola con una pistola.
                -Si se ha ido no es por cobardía, -continuó la otra joven, desenvainando sus tres espadas- sino porque no mereces que él siquiera se moleste en luchar contra ti. Le protegemos a él, para que no pierda ni un ápice de energía y honor con gente de vuestra calaña.
                -Sin embargo, -dijo el mago- deja que estos cuatro capitanes te digan una sola cosa a ti y a tu gente.
                -Cómo vuelvas intentar siquiera herirle –dijo la última capitana resquebrajando la pared con un puñetazo- haremos que no quede más que cenizas de cuanto os rodea.
Y sin decir nada más desaparecieron bajo el humo de una de sus bombas. Y allí viendo caer las piedras de la última pared de aquellas ruinas, la joven que una vez pudo haber tenido el corazón del joven dragón se dio cuenta de que aun a pesar de todo, él había cumplido su promesa de crear un legado libre. Un legado contra el que ningún ejército podrá siquiera medirse, un legado que luchará por ese estúpido sueño de paz.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Los hijos del dragón



El gélido contacto de su cara con el brusco frío invernal no fue suficiente para estremecer el firme paso de los soldados. El intenso crujido de las botas resquebrajando la fina capa de hielo carcelera de la verde hierba, se alzaba como única amiga del fuerte viento.
Sin embargo, la idea de no haber detenido su avance tras arrestar a la anciana, era algo que les reconfortaba y alimentaba. “Nada ni nadie puede pararnos ya…” pensaba una y otra vez el más joven e inexperto soldado mientras su pelotón ascendía ladera arriba y vislumbraba el lento pero decidido avance de su gran ejército.
                -Estate alerta… -le susurró su compañero sin fijar su mirada en él.
                -Para que… nuestro avance es cada vez mayor y nuestro ejército más fuerte. No ha habido nada ni nadie que pudiera siquiera frenarnos.
                -Te olvidas de él… -le replicó su camarada cubriendo su boca aún más con la capucha.
                -Él no vendrá… ya lo viste en la misión del castillo. Ni siquiera nos ata…
                -¡¡NOS ATACAN!! –chilló el oficial de repente.
Antes de que pudieran establecer contacto, una sonora explosión apareció en medio del gran ejército. Bajo su capucha blanca, como un fantasma en la niebla una figura blanca atravesaba como una flecha el ejército. Sin dificultad alguna esquivaba las balas y cortaba uno a uno a cada soldado con una de sus tres espadas. Un fuerte estruendo seguido de intensos gritos hizo fijar su vista en el blanco derecho.
                -¡¡MIRAR, EN EL BOSQUE!!
“¡¡Allí está otra vez!!” pensó  el joven soldado tras ver la blanca figura en ese momento protegiéndose de las balas con una gran barrera de tierra y lanzando piedras enormes a sobre pelotones enteros.
                -¡¡EN EL CAMPAMENTO!!
                -¡¡No puede ser!! –respondió su compañero mientras giraba la vista hacia la retaguardia.
Una sombra blanca corría y abatía con maestría a todos sus oponentes con un largo bastón sin dudar. Antes de que pudieran siquiera reaccionar, su oficial volvió a chillar.
                -¡¡EN LA LINEA DELANTERA, VAN A POR LOS COMANDANTES!!
                -¡¿¡Es imposible que un hombre pueda moverse tan rápido!?! –exclamó el joven soldado mirando a su anonadado colega que negaba con la cabeza y señalaba el campo de batalla.
Allí estaba de nuevo, caminando entre los pelotones, avanzando y esquivando ataques con una pausada habilidad, como si del dueño del tiempo se tratase. No paró, no dudo, ni siquiera se detuvo a observar, desenfundó sus dos pistolas y disparó. Sin detenerse, como si tuviera todos los segundos del mundo, lanzó sendas armas, desenfundó dos nuevos revólveres y volvió a disparar. Mientras los cuerpos de los cuatro comandantes caían de sus respectivos caballos produciendo un sordo sonido, el guerrero de capucha blanca lanzaba una bomba de humo y volvía desaparecer.  
El caos se había apoderado del improvisado campo de batalla, el guerrero blanco aparecía y desaparecía sin parar, los soldados se disparaban entre sí, los comandantes estaban fuera de combate, el miedo y la locura eran ahora los dueños de aquella lucha por la propia supervivencia.
El ruido de los disparos y las espadas al golpear, se detuvo. Una gran cúpula púrpura les engulló, y tras un estruendoso rayo todos y cada uno de los soldados se desplomaron petrificados sobre el congelado suelo.
De entre la oscuridad del helado bosque del que ellos mismos habían salido, surgieron cuatro fantasmas, seguidos de cientos de guerreros. Los cuatro líderes se adelantaron y pasando sobre sus cuerpos se detuvieron ante el oficial.
                -Un oficial… -dijo una de ellos.
                -¿puedes deshacer la parálisis? –preguntó lentamente otro de ellos.
                -No es necesario… pueden oírnos –respondió un segundo hombre.
                -Pues… -dijo la última de ellos agachándose sobre el oficial con una sonrisa- dile a tu gobierno central que no se atreva a quitarnos lo que nos corresponde por derecho. Si solo aquel capitán y su pequeña tripulación pudieron venceros hace solo unos pocos años, imaginar todo lo que toda esa tripulación puede conseguir ahora. No oséis pensar ni por un instante que acallareis nuestra voz o postraréis nuestras rodillas, no somos piratas, no somos rebeldes, no somos desertores, somos personas libres.  
Pasaron las horas y nada se había movido en el campo de batalla. Lentamente la cúpula había desaparecido y su cuerpo comenzó a responder de nuevo a sus órdenes. Aún sin poder levantarse arrastró su cuerpo sobre la congelada hierba y agarró el brazo de su camarada.
                -Te… te lo dije… -le dijo él tiritando- los hijos del dragón aparecerían tarde o temprano. Ellos son su unión, ellos son la fuerza.
 

jueves, 17 de noviembre de 2016

Choque de dragones




La fría caricia del invierno traída por el viento le hizo estremecerse. Él, el mago del fuego, el domador de las llamas… estaba sintiendo su aliento gélido cerca. Con la paciencia de un depredador apunto de atacar fijó su vista en lo más profundo del bosque.
Durante unos segundos llegó a dudar de haber notado ese helado soplo, pero entonces vio su sombra correr entre las ramas. No dudo ni un solo instante y con una súbita explosión apareció tras él. Su oponente no vaciló en su camino, cada salto en cada rama, en cada roca, cada punto de apoyo, cada quiebro. Sin duda era hábil y conocía mejor el terreno, pero no conseguiría disuadirlo.
Su primera barrera de llamas le hizo cambiar de dirección de forma brusca y tras unos doscientos metros llegó a esquivar su bola de fuego por los pelos. El mago del fuego sonrió para sí, estaba cayendo en su trampa, el precipicio estaba al caer.
El joven corredor no aminoró el paso y sin siquiera mirar atrás saltó al vacío. Trataba de engañarle pero no se lo tragaba pensaba el maestro del fuego mientras saltaba también  llamando al guardián de su poder.
El calor de su corazón se intensificó, su cuerpo tornó a un mar de fuego, sus brazos desplegaron las doradas alas y el grito de batalla del fénix retumbó en cada rincón del valle. No le hizo falta saber sobre que halcón lanzar su ataque, conocía cada uno de sus poderes y facetas.
Tras un sordo golpe ambos cayeron en picado como un ardiente asteroide. No tuvo piedad alguna al lanzar su cuerpo contra el suelo. De vuelta en su forma humana esquivó su primer golpe y concentrando todo su calor en un punto, le propinó un ardiente puñetazo en la cara. Aun habiendo retrocedido unos cuantos metros… él, bajo su negra vestimenta llamó a su poder natural en una dolorosa patada en el estómago. Irguiéndose al instante supo que ninguno de los dos iba a ceder y cuando sendos puños chocharon entre sí, toda la isla tembló bajo la sonora explosión, quedando bajo un silencio sepulcral.           
                -¡TÚ! –Exclamó el mago con un sonoro gruñido mientras se levantaba y escupía sangre- ¡LEVANTANTE NO PUEDES ENGAÑARME! ¡Esto no ha sido nada para ti!
                -Sin duda, me conoces demasiado bien… -le dijo él incorporándose y clavando sus verdes ojos en él- parece ser que estás dispuesto a que te patee el trasero.
                -¡JA! ¡Un salvaje de pueblo cómo tú jamás podrá ni siquiera rozarme un solo pelo!
                -¿Te das cuenta… de que no nos hemos podido librar el uno del otro jamás? –dijo el caballero negro mostrando en su puño el azulado fuego de los guardianes.
                -Es un callejón sin salida, nuestro destino es aceptarlo… -le respondió el mago llamando de nuevo a las llamas del fénix.
                -¡¡SOMOS HERMANOS IDIOTA!! –exclamaron al unísono mientras sendos guerreros corrían a lanzar el más ardiente de sus ataques.