El gran salón se encontraba, completamente oscuro y lleno de
polvo. El pequeño señor de la isla móvil, se encontraba allí sentado… solo…
mirando al infinito. ¡¡Cuál grande había sido!! Pensaba una y otra vez. En
aquella sala se había proclamado señor de la isla, había iniciado su método por
la fuerza, sí, pero ¿Acaso el fin no justifica los medios?
El sonido de la puerta al abrirse le hizo volverse. Allí
estaba él sin su capucha blanca sobre el rostro, mirándole con una sonrisa
irónica. El gran capitán pirata.
-Venga,
ríete ahora que puedes, estoy indefenso, sin apoyos, sin recursos… estoy solo.
El gobierno que yo cree ya no existe gracias a ti. He perdido la guerra lo
admito. Abandonaré la isla ahora mismo si es lo que deseas.
-En un par
de horas los maestros, volverán a sentarse en esta embajada. Me he ido
encontrando los barcos a medida que avanzaba hacía aquí. Querían hacerse
piratas –Comentó el capitán con una carcajada.
-Pero… ¿por
qué?
-Durante
estos años de guerra, he viajado por islas de todo tipo. En unas luchaba por
una educación digna, en otras para denunciar las injusticias, sin embargo
también encontraba lugares de cuento, de entrenamiento para mi tripulación, de
reflexión. Sin duda he conocido el verdadero dolor, y realidades crueles y
duras como piedras, pero también he disfrutado y reído a carcajada limpia.
Siempre he navegado luchando contra tú gobierno, un sistema que imponía la
fuerza y el miedo, pero gracias a los valores que en su momento aprendí aquí hemos
logrado derrotarte en tu propio juego… la guerra. No creas que te ayudo a ti,
ayudo y protejo a las nuevas generaciones para que no se queden sin lo que yo
un día tuve. Y aunque hayas fracasado, tu labor aún no ha acabado. Por supuesto
dejarás el señorío de la isla a sus antiguos y legítimos dueños, y trabajarás a
su lado en todo momento. En cuanto a mí, no te preocupes no me tendrás por aquí
mucho, pues seguiré navegando por el mal azul, ese mar del que tantas cosas
debo aprender. Puede que siga alzándome ante los resquicios de algo que lucha
contra el progreso, puede que entrene aún más a mi tripulación, o quizás haya
más verdades que demostrar o difundir, o puede incluso que mi historia tenga un
final próximo, pero de una cosa sí que estoy seguro, de que protegeré a mi
tripulación hasta que me quede un último aliento.
-Gracias…
-dijo con el pequeño señor con lágrimas en los ojos.
-No me
las des a mí, dáselas a los maestros cuando lleguen. Ellos son los que te van a
salvar. Yo solo estoy cumpliendo una promesa de hace muchos años…