La arena de la isla era clara y brillante. La brisa marina,
penetró en sus pulmones, como un regalo, y las cristalinas aguas azules le
proporcionaron un viaje de lo más tranquilo. Un hombre montado a caballo, le
esperaba al comienzo del bosque con un hermoso corcel negro. Su elegante
armadura, los símbolos de su escudo, y su espectacular capa blanca, le hicieron
comprender al capitán que se encontraba ante el dueño de esa maravillosa
tierra. Sin dudarlo ni un segundo se subió al espectacular caballo.
-Puedes
quitarte la capucha aquí, nadie te va a dañar.
“La última vez que me
dijeron eso entre en guerra con el gobierno mundial”
-Ante
todo, -comenzó él- decir que es un honor recibir a un capitán tan admirado como
usted. Estoy seguro que lograremos llegar a algún acuerdo.
“¿Aunque mi aspecto
sea tan vulgar?”
Durante horas galoparon por el bosque, que cada vez se hacía
más denso y húmedo. Sus ojos vislumbraron una chimenea de piedra y humo.
-Ya
estamos llegando –Dijo el gran señor.
Pronto sus monturas
pasaron por la “fuente” de la ciudad. Canteras, minas, granjas, aserraderos,
molinos, todos ellos llenos de gentes humildes trabajando duramente y sin
atreverse a mirarlos.
El portón de la muralla se abrió ante ellos, trompetas,
soldados, y guardias se alinearon ante ellos, dándoles la bienvenida. La ciudad
era impresionante, tenían eruditos y científicos trabajando e investigando
juntos, cuarteles de formación de soldados, talleres, embajadas, salones de
caballeros, y por fin, el gran castillo. Sus torres grandes y numerosas, muros
repletos de guardias y maquinaria de guerra, e impresionantes estandartes por
doquier.
Sin más dilación desmontaron y caminaron juntos hasta una
gran sala. Su acompañante, se dirigió hacia un gran trono de madera y se sentó.
“No deberías sentarte
si el que necesita apoyos eres tú”
-Bueno
capitán, o más bien debería llamarlo alto mando. -sus ojos verdes miraron a su elegante
acompañante- Mis exploradores son bastante buenos.
-Ya
veo.
-En
este reino, sus hombres y usted tendrán cabida siempre que lo necesiten, serán
nombrados reclutas y soldados del reino, y se pondrán a disposición de mi
general para que les entrene. Se les asignará un territorio, y un pequeño
castillo cerca de aquí. Deberán sacarlo adelante, y proporcionarán a esta
ciudad la mitad de sus beneficios. Serán…
-¿Con
quién se cree que está hablando? -el señor se calló de inmediato- Somos
piratas, hace un par de meses ganamos la guerra al gobierno mundial, para que
la gente fuera libre y no tuviera que postrarse ante cuatro señores con dinero.
Y ahora me viene usted prometiéndome tierras que yo no necesito, y por si fuera
poco quiere ponernos a mí y a mi tripulación a entrenar como simples
soldaditos. No me haga reír, con solo la mitad de nosotros podríamos rendir
esta ciudad. ¿Se cree que si acepto luchar para usted como aliado le iba a
regalar el beneficio de la población ha conseguido con su trabajo? Sinceramente
me ha hecho perder un día magnifico.
Y poniéndose la capucha blanca sobre su rostro, se dio media
vuelta.
-Pero…
¿A dónde va? Si en su pequeña isla solo viven su tripulación y una pareja de
ilusos.
-Tenga
cuidado con lo que dice, no vaya
arrepentirse. De hecho, creo que voy a disfrutar de sus maravillosas
playas antes de que acabe el día. Qué le aproveche su trono y sus lujos, porque
estoy seguro de que no le van a durar.
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