martes, 15 de octubre de 2013

Las arenas de la amistad



El viento desplazaba fuertemente la arena, el calor era insoportable, y en cada paso hundía medio pie en la arena. Su capucha blanca le protegía del sol, pero el calor le maltrataba con cansancio y sudor. Llevaba siete días caminando en aquel desolado desierto, y lo único que había encontrado eran esqueletos bajo el sol.
Las piernas le comenzaron a temblar una vez más, no podía más. En cuestión de segundos, sus rodillas tocaron la arena. “¿Esté es mi fin?” pensó. La oscuridad le estaba ganando la partida a sus ojos.
Un chorro de agua fresca le salpicó la cara. Y un brazo levantó su cuerpo.
                -¡Capitán! ¡Venga arriba!
¿Qué está haciendo mi segundo de a bordo aquí?
                -¿Has cruzado el desierto tú solo? –Preguntó con voz ronca el capitán.
                -Si… señor. Había abandonado ya toda esperanza de sobrevivir, hasta que le vi.
                -¿Qué te ha llevado a cometer semejante estupidez? Mírate, apenas puedes mantenerte en pie.
                -Igual que usted, capitán. No podía dejar que se enfrentara solo a esto, así que deje a la tercer oficial al mando, y me adentré en el desierto. Me tiene a su lado pase lo que pase como siempre.
Ambos se miraron a los ojos, y soltaron una carcajada. Sin darse habían reanudado la marcha.
Se ha cruzado todo el desierto solo para no abandonarme, y sin desobedecer la orden
                -Arrodíllate.
Su cara de sorpresa, le hizo soltar otra carcajada.
                -Arrodíllate, es una orden.
Su mano toco su  hombro. Y sus labios abrieron el juramento que hacía tantos años, él mismo había aceptado.
                -“Por demostrar que luchamos por un noble ideal, por no cesar nuestra imaginación a la hora de soñar, por proteger nuestros corazones  y luchar por las personas que amamos, por ser amigos fieles y no cesar de seguir a nuestros camaradas, por tener el valor para vencer dragones, gigantes y saber luchar por nuestras metas, por regalar nuestra presencia al necesitado y ser hospitalario con todo aquel que lo necesite, por comprender los problemas de los demás y ofrecernos a ayudarlo aún a riesgo de nuestra vida, por usar la sonrisa como cura del alma y alegrar al mundo con nuestro caminar, y por no perder nunca la esperanza y aguantar en los perores momentos sin desfallecer.” Levántate como capitán. Ahora tenemos el mismo rango. Continuemos juntos este sueño.
                -Pero eso quiere decir…
                -YA HEMOS LLEGADO.

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