miércoles, 30 de octubre de 2013

Nº100



El gran salón se encontraba, completamente oscuro y lleno de polvo. El pequeño señor de la isla móvil, se encontraba allí sentado… solo… mirando al infinito. ¡¡Cuál grande había sido!! Pensaba una y otra vez. En aquella sala se había proclamado señor de la isla, había iniciado su método por la fuerza, sí, pero ¿Acaso el fin no justifica los medios?
El sonido de la puerta al abrirse le hizo volverse. Allí estaba él sin su capucha blanca sobre el rostro, mirándole con una sonrisa irónica. El gran capitán pirata.
                -Venga, ríete ahora que puedes, estoy indefenso, sin apoyos, sin recursos… estoy solo. El gobierno que yo cree ya no existe gracias a ti. He perdido la guerra lo admito. Abandonaré la isla ahora mismo si es lo que deseas.
                -En un par de horas los maestros, volverán a sentarse en esta embajada. Me he ido encontrando los barcos a medida que avanzaba hacía aquí. Querían hacerse piratas –Comentó el capitán con una carcajada.
                -Pero… ¿por qué?
                -Durante estos años de guerra, he viajado por islas de todo tipo. En unas luchaba por una educación digna, en otras para denunciar las injusticias, sin embargo también encontraba lugares de cuento, de entrenamiento para mi tripulación, de reflexión. Sin duda he conocido el verdadero dolor, y realidades crueles y duras como piedras, pero también he disfrutado y reído a carcajada limpia. Siempre he navegado luchando contra tú gobierno, un sistema que imponía la fuerza y el miedo, pero gracias a los valores que en su momento aprendí aquí hemos logrado derrotarte en tu propio juego… la guerra. No creas que te ayudo a ti, ayudo y protejo a las nuevas generaciones para que no se queden sin lo que yo un día tuve. Y aunque hayas fracasado, tu labor aún no ha acabado. Por supuesto dejarás el señorío de la isla a sus antiguos y legítimos dueños, y trabajarás a su lado en todo momento. En cuanto a mí, no te preocupes no me tendrás por aquí mucho, pues seguiré navegando por el mal azul, ese mar del que tantas cosas debo aprender. Puede que siga alzándome ante los resquicios de algo que lucha contra el progreso, puede que entrene aún más a mi tripulación, o quizás haya más verdades que demostrar o difundir, o puede incluso que mi historia tenga un final próximo, pero de una cosa sí que estoy seguro, de que protegeré a mi tripulación hasta que me quede un último aliento.
                -Gracias… -dijo con el pequeño señor con lágrimas en los ojos.
                -No me las des a mí, dáselas a los maestros cuando lleguen. Ellos son los que te van a salvar. Yo solo estoy cumpliendo una promesa de hace muchos años…

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