martes, 7 de agosto de 2012

Ganas de muchas cosas, pero sobre todo de amistad.


Los primeros abrazos, fueron el comienzo de una nueva aventura. Sus sonrisas y bromas, no solo sacaron una sonrisa que hacía días había perdido, si no que me recordaron una vez más porque son tan especiales. El viaje, divertido a la par que cansado toco a su fin cuando llegamos al valle. La paz absoluta nos era brindada por el viento que acariciaba los árboles. Paz que en seguida rompimos nosotros. La primera prueba de esta maravillosa aventura: Buscar donde descansar. Tras haber colocado nuestras “bolsas de viaje” el festín comenzó. La suculenta comida, llenó nuestros estómagos y renovó nuestras energías. Y tras conocer el valle que nos acogía, nos relajamos. Nos esperaban unos buenos días.
Una de las cosas que más me sorprendió sin duda es como el cariño, las risas, y un paso relajado pero sin prisa, no desanimó en ningún momento nuestro paso por el valle. Daba igual que hacía arriba o que hacía abajo, nosotros seguíamos recorriendo el camino fijado, e incluso con el león rugiendo en nuestras tripas, el camino continuó hasta límites francamente insospechados. Tras otro increíble festín de recompensa por nuestra increíble marcha, y la suave caricia de la música unida con la competición, hizo que el cansancio no tardara en abrazar nuestros cuerpos, que sin miramientos se entregaron al descanso.
Pero claro, la música puede ser como una bofetada cuando interrumpen tus sueños. Y gracias a la voz de Joselito nuestros cuerpos por poco reaccionan de una manera un tanto agresiva jaja. El viaje de vuelta a la civilización no podía realizarse sin un estómago bien lleno así que tras un último banquete nuestros corazones volvieron a la ciudad. Tras una ducha francamente agradecida, un paseo un tanto curioso (aunque haya sido digamos que manchado por el comportamiento de la gente) es agradecido por el cuerpo, que sin más dilación se entrega otra vez a la buena comida antes de concluir otro glorioso día.
Ni siquiera el mal tiempo nubló nuestra sonrisa, así que con paso firme aunque un poco ciego por la niebla, subimos a admirar una de las maravillas del norte, Los lagos de Covadonga, aunque en realidad solo podríamos hablar de una sospecha de que en realidad estaban allí. Pero bueno como dije antes, “al mal tiempo, buena cara” y vaya si le dimos buena cara. La cara de felicidad al poder comer, y estar sentados a la vez jajaja.
Pero no todo sería tan fácil, así que el destino decidió ponerle una traba a uno de nuestros compañeros de aventura… UN DOLOR DE ESTÓMAGO. Parecerá una cosa la mar de simple, pero no puedo olvidar las caras raras que ponía al beber su… digamos “medicina”, tu mente se preguntaba constantemente si esas caras eran de DOLOR, MIEDO, o simplemente ASCO. Cuando todo parecía controlado, un paseo por algunos de los lugares más bonitos de Oviedo fue un buen intento para recuperar la normalidad, pero nuestro pequeño paseo acabo por dejar medio coja a otra querida compañera de este viaje.
Con miedo por las recientes lesiones, tiemblas ante el nuevo día que se te presenta. Pero parece ser que el poder de la adrenalina es más fuerte que cualquier tipo de dolor, así que entre disparos, bosque, acción, y golpes, cada uno de nosotros tiene su momento para convertirse en un RAMBO, bueno más bien todos los que optamos por Acción y no Relax jaja.
Con el cuerpo levemente golpeado, un día de sol se abrió ante nosotros. Sin dudarlo, lo aprovechamos con un gran día en una playa, de una bella ciudad costera del norte. Pero claro no nos dimos cuenta una vez más de la parte del país en la que estábamos, hasta que el tiempo y el frio nos obligó a refugiarnos de una noche más bien corta pero intensa. Cuando el cansancio acumulado de toda la semana hizo mella en nuestros cuerpos, un último viaje al reino de los sueños se hizo inminente.
Mi cuerpo ya renovado, recorría el pasillo a la mañana siguiente, con un sigilo muy poco común en mí. Y cuando descubres entre risas que no eres el único despierto en la casa, el día final comienza. Tu cuerpo agradecido por el día relajado que le has proporcionado, tiembla ahora recorriendo el camino hacía donde se dio el primer abrazo.
Tras la temida despedida, tus compañeros de aventura tienen que volver a casa, y cuando los ves subir al tren piensas “aguanté”. Pero tus ojos y tu corazón, se alían para jugarte una mala pasada, y por fin te das cuenta, cada gota derramada es simplemente otra forma de recordar cada minuto y cada segundo de esta aventura, una aventura que nunca terminará.

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