El viento era
el principalmente molesto en la isla aquella fría mañana. Una de las islas con
más movilidad de la región se encontraba ese día completamente desierta y en
silencio. “Todo por culpa del viento” pensó la condecorada mujer, apoyada en la
gran terraza de su lujoso despacho. Tan absorta estaba en sus pensamientos que
no pudo evitar sobresaltares cuando un hombre con una túnica de guerra con
capucha blanca apoyado en la pared a pocos metros de ella le habló:
-Bonito despacho, si, parece que los
jefazos se han portado contigo bastante bien. ¡Vaya vistas!
-¡TÚ! ¿¡CÓMO HAS ENTRADO!? – Grito ella
tras recuperarse del sobresalto - Te está buscando la mitad de los hombres del
gobierno, y tú tan campante paseándote por el despacho de una de sus altos
cargos. ¡ESTAS LOCO, SI CREES QUE TE DEJARÉ SALIR!
-Yo tampoco me alegro de verte
descuida. Solo vengo a decirte dos cosas, y volveré con mi tripulación. La
primera, es que sois tan arrogantes que no os disteis cuenta de que una de mis
segundos de a bordo, consiguió espiaros durante dos meses, dándome información
de cada paso que dabais. Información bastante interesante, como por ejemplo, el
cómo te regodeas de todas nuestras victorias atribuyéndote el mérito. ¿En serio
piensas tus superiores se han creído esas patrañas? En fin, eres más ilusa de lo que pensaba, pero
por mí puedes seguir mintiendo a todo el mundo. El segundo punto de nuestra
conversación, consiste en un mensaje de mi parte para tus queridos superiores.
Les comunicarás que ya he localizado el barco con forma de isla, que han
fracasado en su intento de digamos “hacerme llegar a su manera”. ¡Nada más! Así
que sin más te dejaré otra vez con tus pensamientos.
-¿En serio crees que te dejaré
marchar así como…?
Pero era
demasiado tarde, el capitán se había marchado, y con él toda la fuerza del
viento.
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