El sonido de las herraduras contra el suelo, rompía el
silencio del espeso bosque. El caballo de ojos amarillentos obedecía a todas
las órdenes de su jinete de capucha blanca. Su amo se sentiría orgulloso en los
establos del pueblo. Nadie se había armado del valor suficiente para cruzar el
negro bosque desde hacía años, y el jinete estaba empezando a comprender el
porqué. Los árboles, que unidos entre sí con el paso de los años convirtiéndose
en eternos hermanos, invadían ahora el poco sendero que quedaba con sus
robustas raíces. Pero la buena vista del jinete, le permitió evitar los
obstáculos más peligrosos.
Llevaba diez horas cabalgando, por un simple rumor de un
borracho del puerto. En parte, el joven capitán se sentía un tanto estúpido
cada vez que pensaba su precipitada decisión. Cuando por fin lo escucho. Un
tambor, y no muy lejos de allí.
No supo cuánto tiempo espoleó al fiel caballo, pero lo que
si supo es que en menos de diez minutos lo encontró. El pueblo que estaba
buscando.
Era magnífico. Todas las elegantes casas eran acariciadas por una
suave alfombra verde, la cual se unía junto a un rio de agua cristalina a pocos
metros de la aldea.
Pero lo que más sorprendió al capitán fueron los dos guardianes
de la aldea. Eran ellos, el rumor era cierto. Los antiguos capitanes del barco
se encontraban allí. Cuando estos se acercaron, el capitán no pudo evitarlo, y
se arrodilló. El orgullo, el respeto, y los buenos recuerdos le obligaron. “si
mi tripulación me viera” pensó.
-Levántate,
joven capitán. – Dijo la guardiana – No, estropees tu noble aspecto.
-Tú me
enseñaste, que el aspecto no es lo primero que se debe valorar de una persona. –
Contestó el capitán con una sonrisa.
-Aun
así, levántate y quítate la capucha blanca. – Dijo el guardián.
- Y tú
me enseñaste a mantener la prudencia en todo momento.
Las carcajadas de los guardianes del pueblo resonaron
alegremente, fundiéndose con el viento.
-Ya
sabíamos que el barco no dudaría mucho más. Bienvenido, a tu merecido hogar.
-De
hecho – Comenzó el capitán.- Vengo a informaros de que el barco ha sido
reparado, y que tiene una tripulación mucho mejor de la que formábamos
nosotros. Vengo a ofreceros, un sitio como capitanes del barco, junto a mí.
En ese momento, el rostro de los capitanes se ensombreció.
-Pensábamos
que habrías desistido. Puede que tu tripulación sea buena, pero es joven, no
durará. Quédate con nosotros, olvídalos, no les debes nada, de hecho te lo
deben ellos a ti.
El capitán, apretó los puños. ¿Podía ser que se hayan atrevido
a proponer que abandone? ¿Olvidar a su tripulación? Jamás. Le hubiera gustado
tenerlos cerca de nuevo, pero han elegido. El capitán se dio la vuelta y se
montó de nuevo en el caballo.
-Vuelve
cuando todo haya terminado, te acogeremos con los brazos abiertos.
“¿Volver? Puede, pero solo cuando
no me quede más por vivir” Pensó el capitán cuando se adentró en el bosque para
volver.
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