sábado, 16 de febrero de 2013

Nuevo rumbo, manos expertas.



La isla aparentemente desierta, les proporciono el lugar adecuado para poder anclar el barco. Un barco vigilado ahora por unos pocos. “Pues ¿A dónde se dirigiría el resto de la tripulación y el capitán?” se preguntaban una y otra vez los guardianes del barco. Tras recibir las instrucciones, todos con sus túnicas de capucha blanca, se adentraron en la espesura del bosque.
                                                                             
A unos cuantos kilómetros, la compañía avanzaba rápidamente, saltando de piedra en piedra, y de árbol en árbol, encabezados por su capitán, sin detenerse, y en silencio. Llevaban dos horas avanzando, y apenas encontraron resistencia, y por fin se podía ver en la lejanía la pequeña casa de madera. 

Cuando llegaron allí, solo el capitán y sus oficiales entraron. La casa era más bien sencilla, con una mesa y un par de sillas. En la mesa un par de huesos, y en  una de las sillas, un hombre con barba  poblada les fulminó a los tres con la mirada, soltando un leve gruñido.
                -¡¡Te has convertido en un maleducado!! ¿Qué es eso de recibir a las visitas con gruñidos? – Comentó el capitán con una sonrisa.
                -¿Por qué has vuelto a por mí? – Su voz sonó tan gastada y grave, que los pelos del capitán se erizaron. - Os dije que no quería ver como el barco se hundía.
                -¡¡El barco sigue en pie, y mejorado!! – Comentó una de las oficiales antes de que el capitán abriera la boca.
                -No puede ser, la capitana casi lo había destrozado. – Comentó el hombre con ojos humedecidos.
                -Nuestra queridísima capitana hace mucho que decidió… Digamos “Ahuecar el ala”, ahora yo estoy al mando, y nos dirigimos a las ciudades libres. ¿Te apuntas? –Comentó el capitán con una sonrisa.
                -¡¡Más vale que me des una buena explicación a bordo, y una túnica de esas con capucha, y materiales para revisar lo que vosotros llamáis reparaciones!! – Comentó el hombre dando un salto para ponerse en pie.- Ah, y necesito un afeitado.
                -¡¡Pues vamos entonces!! – Dijo el capitán ante sus dos incrédulas oficiales. – La tripulación se alegrará mucho de verte, cuando se den cuenta de quién eres.
“Puede que mi decisión les parezca precipitada, pero sé que ahora no nos abandonará” Pensó el capitán mientras la tripulación conocía a su nuevo camarada, o quizá no tan nuevo.

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