El viento azotaba una y otra vez el embravecido mar. Las
olas hacían subir el barco una y otra vez, al mismo tiempo que se estrellaban
contra el casco una y otra vez.
Toda la tripulación trabajaba duro, sin descansar un
segundo. Todos sabían que cualquier parada, podía significar hundirse en aquel
extraño mar. Su capitán, llevaba una hora dando órdenes e instrucciones, pero
la tormenta no parecía dispuesta a dar una salida. Y el anciano, no hacía más
que repetir lo mismo al capitán “olvida lo que sabes”, “OLVIDALO, NO UTILICES
LA LÓGICA EN ESTAS AGUAS”, “Olvida lo que sabes”, “TUS CONOCIMIENTOS AQUÍ NO
SIRVEN”.
El capitán no pudo aguantar más, y la rabia se apoderó de
él, “¿Quiere cosas ilógicas? Pues la va a tener”. Nadie logró a percatarse de
lo que pensaba el capitán, hasta que saltó por la borda. Ni siquiera él sabía
por qué lo hacía, solo dejó que su cuerpo actuara sin más. La verdad que en la
caída se sintió un estúpido.
El agua estaba helada, su túnica le pesaba, y entonces allí abajo vio el camino.
…
Cuando sus pies pisaron la cubierta, el anciano le sonrió:
-¿Lo
has visto?
-Sí,
viejo loco, podías habérmelo explicado…
-Puede,
pero ¿Es acaso mejor una explicación que una experiencia?
-¡¡DIRECCIÓN
NORTE!! – Ordenó el capitán sin contestar la pregunta, pues en su mente sabía
ya sabía la respuesta.
Era evidente que a la tripulación no le parecía cuerdo ir
directos hacía una ola de más de 30 metros, pero aun con preocupación en sus
rostros obedecieron.
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