Peter, paseaba recorriendo cada esquina de aquella pequeña habitación.
El tiempo se le agotaba. Había disfrutado de cada momento, de cada fiesta, de
cada escapada, de cada vuelo, de cada batalla, pero a pesar de todo eso no
había logrado su objetivo final. Wendy.
Aún recordaba su primer encuentro, Peter había parado a
descansar en su tejado, después de un largo vuelo, y fue entonces cuando su voz
lo atrajo como la miel atrae a los osos. Cada cuento que contaba a sus pequeños
hermanos lo hipnotizaba más y más. Y así fue como Peter encontró a sus nuevos
amigos, fieles compañeros, que le ayudaron y le apoyaron durante toda su
aventura.
La barba le picaba, pero no le prestó demasiada atención,
pues el reloj pronto daría las 12 en punto. Solo 60 min. Y no había conseguido
su objetivo final. Su más ferviente deseo.
Miró su querido traje. Manchado de sangre, con roturas, y con
un rasgado en la parte pectoral. “Si el mundo conociera la verdadera historia
del cuento, cuántos murieron, cuántos sufrimos, cuántos luchamos, y cuántos
tuvimos miedo” Pensó. Y tras acariciarlo con la mano un escalofrío recorrió
todo su cuerpo, había ganado mucho en aquel país, pero también lo había
perdido. 30 min. Su cuerpo temblaba, no
podría soportarlo más. Se puso su abrigo más grueso, y salió a la calle. El
intenso viento y nieve le retrasaban. A medida que aumentaba el ritmo, su
respiración se hacía más difícil. “QUÉ BIEN LE VENDRÍA AHORA EL VOLAR, ¿PORQUÉ
LO DEJARÍA?”
5 min. Ya divisaba la casa. Corrió con todas su fuerzas. Cuando
llegó a la puerta no dudo ni un segundo. Una patada y la puerta se abrió con un
estruendo. Subió las escaleras a la mayor velocidad posible. Escucho su voz.
Giró a la derecha, luego a la izquierda. “Vaya mierda de pasillos, ESTO ES UN
LABERINTO”.
Por fin la habitación. Sus ojos verdes se encontraron con
aquellos ojos marrones que tanto le enamoraron. Ella sorprendida se levantó de la silla.
No había tiempo para hablar. Corrió, la rodeó con sus brazos, y la besó. 1 min.
Sus labios, no se separaron. Las doce en punto. Una punzada de insoportable
dolor recorrió su espalda. Era inaguantable, el dolor le obligó a arrodillarse.
Doce y un minuto. Un joven sonriente, se
levantó del suelo, a su lado una joven hermosa. Peter Pan había muerto.
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