jueves, 23 de mayo de 2013

Dudas infinitas



El parque mostraba su faceta de tranquilidad mientras el joven can caminaba hacia su destino. En un segundo, se paró, volvió atrás y la vio. La vieja estructura, se encontraba igual que la última vez que la había dejado. Se sentó sobre sus patas traseras, y la observó sin mover ni un bigote de su hocico. Allí había comenzado todo. Cuando no era mucho más que un cachorro no dejaba de subir y bajar corriendo la empinada estructura, sin miedo, sin importar que podría pasar, sin valorar las posibles consecuencias. En ese momento una brisa marina le devolvió a la tierra. Pero… ¿brisa marina? ¡Si estaba en el interior! Era algo inexplicable, pero el mar le llamaba, y su corazón deseaba con todas sus fuerzas ir, pero también quería seguir observando la estructura. Cuando sus patas traseras ya comenzaban a levantarse, un olor dulce le penetro por el hocico, hacía tanto tiempo que no lo olía, que volver a sentirlo era un verdadero regalo. Cualquiera que lo viera, todo un perro adulto como él, allí sentado haciendo amagos de izquierda y derecha, mientras no dejaba de mirar una vieja estructura. Pero… ¿Por qué tenía que elegir? Con lo fácil que sería combinar las tres cosas, con cada uno podía llegar a ser el perro más feliz del mundo, pero cada uno seguía olores diferentes, tendría que elegir uno. El feliz pasado, lo más deseado, o quizá abrir un posible gran camino. Tendría que hacerlo pronto, antes que acaben por desaparecer por completo todos ellos.

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