miércoles, 1 de mayo de 2013

El renegado real.



La lluvia le acariciaba suavemente la cara, como pequeños besos que se posaban en sus mejillas. Se dirigió sin dudarlo ni un segundo al pequeño castillo. El guardia al reconocerlo se arrodilló, y bajó la vista murmurando algo parecido a “señor”, él con una mueca entró, y la situación se fue repitiendo a medida que se cruzaba con los habitantes del castillo. “Panda de cretinos insolentes” pensó con rabia. Y cuando por fin abrió las puertas, vio al mensajero.
                -¿Qué noticias traes del centro? – Le preguntó sin entretenerse.
                -Corrupción, envidia, rabia, miedo, enemigos, y sobre todo un gran desertor. Y a pesar de todo, la reina central no pierde ni un ápice de fuerza, ni la sonrisa. Espera paciente que el desertor regrese. Mi señor no sería conveniente…
                -No vuelvas a llamarme “señor” ¿Entendido? Aquí arriba no se aceptan los rangos del sur. Uno es lo que uno siembra. Por eso la reina central es reina central, se lo ha ganado a pulso.
                -Perdón se… Perdón. No cree que sería conveniente enviar ayuda.
                -El desertor no me preocupa, tiene un buen corazón, pero le puede la inocencia, seguro que tarde o temprano reconocerá su error. En cuanto a los enemigos, a la reina central le sobrará una mano cuando les aparte de su camino. Pero aun así escribe esto: “Pronto, pronto. Aguarda mi llegada y prepara un banquete digno de tus esfuerzos”.
Y dicho esto, se dirigió a la salida, haciendo caso omiso de nuevo a todas las reverencias acompañadas de murmullos llamados “señor”. Cuando salió del pequeño castillo, su antigua tripulación le aguardaba. “Ahora no son más que mercenarios, ni siquiera eso. ¿Cómo ser un monarca en el norte, si ni siquiera soy capad de darles a ellos la posición que se merecen? No, la vida real no es para mí. Me centraré en volver a ser capitán, y que está sea  mi tripulación, y creo que ya sé por dónde empezar.

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