Las gotas de sudor caían sobre la arena en cada paso, le
pesaban las piernas, tenía sed, había perdido audición, y ya apenas veía por
donde caminaba. El sol consumía poco a poco su poder, y el corazón le dolía… le
quemaba… le escocía. Sin poder más sus rodillas tocaron el suelo, y su cuerpo
calló sobre el árido y ardiente suelo.
¿Acaso ese sería el final de la historia? ¿Morir a manos de
un desierto? Con el tiempo como enemigo… con víctimas inocentes sufriendo…
¿Acaso acaban así todos los guerreros que luchan por la justicia?
Sus ojos se fueron cerrando…
-¿Así
acabarás después de todo?
Su voz le hizo incorporarse rápidamente, allí estaba él,
bajo su habitual armadura de capucha blanca, apoyado en su bastón mientras sonreía,
su maestro.
-¿Acaso
estoy muerto ya? –Preguntó el capitán observando la pequeña estancia- ¿Es este
el comienzo del final?
-¿Final?
No… -dijo el viejo con una carcajada- ¿Acaso no hay una víctima que sufre la
injusticia?
-Casi
no sobrevive hace años… no sé si podrá aguantar… te juro que lo intento…
intento enfrentarme al tiempo, pero él…
-Fuiste
muy valiente enfrentándote a un mago elemental, intentó controlar tu corazón, y
aun sabiendo que te superaba en poder y experiencia, decidiste luchar por la
libertad. Pero recuerda… te necesitan, y
un capitán nunca abandona, nunca...
-¿Qué
harías tú en mi lugar?
-Mi
pequeño… -dijo el anciano sonriendo- yo
hace mucho que ya no estoy en tu mundo, no me corresponde decir cómo hacer las
cosas, ¿Acaso no has aprendido mi poder? ¿Acaso no controlas el viento desde
niño?
-Si…
pero…
-Tienes
dos poderes, solo te queda descubrir el tercero…
-¿Cómo…?
¿Dónde…?
-Recuerda…
aun te necesitan…
Sus ojos se abrieron, lentamente se levantó, se sacudió la
arena, y miró al cielo… estaba negro, muy negro… “Sabía que caerías, era cuestión de tiempo” decía una voz traída por
el viento.
El capitán sonrió… “Ya sé
dónde estás… voy a por ti” pensó antes de desaparecer con el propio viento.
CONTINUARÁ
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