miércoles, 28 de mayo de 2014

Fantasma de arena

Sus gritos se escuchaban en todo el barco, pero nadie se atrevió a entrar en el camarote del capitán. Había llegado apoyado en un guardia, y sin hablar con nadie se metió en el camarote. Sus músculos estaban agarrotados, de sus manos salían pequeñas chispas eléctricas, y su pecho cada vez le ardía más y más.
Cuando las gotas de sudor comenzaron a caer sobre suelo, la vista nublaba sus ojos verdes, y sus rodillas tocaron pesadamente el suelo, expulsó el último de los gritos, un grito aterrador, lleno de tristeza, de rabia, pero también acompañado de poder.
En ese momento en el que su garganta no podía explicar el dolor de su interior, una blanca figura se adentró en el camerino silenciosamente. Portaba una gran barba y un negro atuendo con el símbolo de los magos elementales a la espalda.
                -¡¡Tú!! Te vencí, no puedes estar vivo… dañaste a personas inocentes, y pagaste por ello.
                -Cierto… -respondió él con voz melancólica- me cegó el odio, el orgullo, y la confusión, pero deja que este perdedor te diga algo antes de partir para siempre.
Lentamente se acercó... posando la mano en su pecho, le miró a los ojos, y el fantasma comenzó a llorar.
                -Puedo sentir tu dolor capitán, te arde, te duele… puede que mis actos merecían este final, pero cuando te di el reloj del que renegaste, no te mentí, has luchado suficiente por los demás… tu virtud, es tu mayor defecto querido campeón, tu fuerza es tu herida, tu fuente de poder puede ser tu limite también. Podrás controlar este nuevo poder estoy seguro, pero el ardor no desaparecerá tan fácilmente…
El anciano le miró bajo su negra capucha, y sonriéndole aun con lágrimas en los ojos desapareció no sin antes soltar un pequeño papel.

Arrastrándose, y estirando el brazo agarró el pequeño trozo de papiro, el cual con letra curva decía:

Todo el tiempo es para ti ahora, úsalo bien.

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