domingo, 28 de septiembre de 2014

El retorno de la espada



El viento anulaba cualquier sonido, el frio congelaba cualquier movimiento, y la nieve dificultaba su vista. Estaba ya muy al norte, pero aun no era lo suficiente. Con cansancio se detuvo y respirando poco a poco, miró a su espalda. El rojo color de la sangre teñía el blanco camino lleno de cadáveres… la boca de su revolver emanaba un grisáceo humo.
En el fondo del camino un joven se acercó caminando. Sin dudarlo sus manos levantaron el revólver, y sus ojos verdes apuntaron. Pero él seguía caminando…
El sonido de su última bala golpear en el blanco, le hizo temblar. El joven había recibido el impacto… sus rodillas tocaron el congelando suelo ya no tenía más balas, y aún quedaba mucho camino por andar.
El joven caminante se levantó lentamente… su brazo sangraba, ¿no lo había matado? Aun de rodillas sus fríos ojos verdes le miraron… le estaba apuntando con una espada.
                -¿Quién eres y porqué me has disparado? –preguntó él con desprecio.
                -Solo quiero continuar…
                -Mira en que te has convertido…
El sordo sonido de la espada al caer a su lado le sobresaltó. Sin comprender le miró.
                -Sigue caminando, hacia el norte… pero no olvides quien eres. Sé que las cosas han cambiado, pero si eres quien creo que solías ser, volverás. Nosotros esperaremos tu regreso.
No se movió ni un centímetro… lo vio marchar, allí de rodillas, con la espada en sus manos. Su voz no produjo sonido alguno, pero sus verdes ojos desprendían dos lágrimas frías como el hielo. Se sintió estúpido… había cometido un error, un error que en el otro mundo… jamás habría cometido. 

Aun a pesar del frio y de sus dolores, se incorporó. Y portando su añorada espada a la espalda continuó caminando hacia el norte, con los ojos fijos en el horizonte.

A David por devolverme la espada.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Fría bala



El sonido del disparo rompió el silencio del camino, provocando el irritante aleteo de los pájaros al salir de los árboles asustados. El cuerpo sin vida del hombre cayó provocando un sordo golpe. El anciano, observaba el cadáver en silencio…  aun con la pistola en la mano.
Sus pies no se detuvieron, sus ojos no se apartaron, siguió avanzando hacia ellos, sin miedo, no tenía ya nada que por lo que ganar, no le daba miedo.
                -Tú… -dijo la melodiosa voz del anciano cuando pasaba por encima del cadáver.
Sus ojos verdes le observaron de arriba abajo, sonreía… como un niño inocente, con una sonrisa demasiado tierna. Su atuendo era simple, pero llevaba grandes abalorios, y joyas. Anillos, collares, símbolos, todo de brillante oro y plata.
                -Qué… -respondió él.
                -¿Porque luchas? ¿Cuál es tu papel en este nuevo mundo?
                -Yo ya no lucho… no existe un nuevo mundo anciano, solo las ruinas de lo que los propios humanos han podido tener y no han sabido mantener.
                -Pues entonces… ¿cuál es tu destino si no tienes un papel? ¿Hacia dónde viajas?
                -Al norte…
                -¿Por qué? ¿O es que acaso algo te ha llamado a ir allí?
                -No… solo camino hacia el norte… no hay destino claro, no hay pensamientos, solo camino.
                -Entonces dime… ¿Qué fue de tus principios?
                -Los principios solo me han traído desgracia…
                -Entonces… -lentamente el anciano le apuntó con la pistola- yo acortaré tu vida, pues no eres necesario…
El sonido del disparo rompió el silencio del camino. El  cuerpo sin vida del anciano cayó hacia atrás, mientras un hilo de sangre salía de su frente. Sus vacíos ojos verdes, le miraron sin mostrar expresión alguna.
                -No eres quién para decidir sobre mí.
Su primera bala se la dedicó a los principios…

sábado, 20 de septiembre de 2014

Alone



Sus ojos verdes observaban cada movimiento, cada detalle. La ciudad estaba prácticamente en ruinas, pero sus supervivientes optaron por establecer su oportunidad de sobrevivir en el mismo lugar. Ladrones, asesinos, mercenarios… la ciudad negra era demasiado peligrosa para vivir, pronto estallaría una sangrienta lucha por sobrevivir, pero en sus mentes solo había cabida al dinero.
Dinero… en una sociedad como aquella no serviría… apuró su cerveza, y dejando un par de monedas salió del bar. Había parado para descansar, pero era evidente que allí no podría hacerlo, había demasiados ojos observando.
Caminó durante largos minutos, el viento acarició su rostro, se estaba volviendo cada vez más frio, era buena señal. Una vez la ciudad negra quedo situada a su espalda se detuvo.
                -¿Por qué me has seguido? –su voz resonó con eco.
                -Tú… -una joven salió de entre la oscuridad. Sus ojos verdes la reconocieron al instante, había pasado mucho tiempo y las cosas habían cambiado mucho- Tú… eres…
                -Sí.
                -Entonces… quiere decir que aún hay…
                -No… lo siento, viajo solo… no te voy a proteger…
                -Pero tú… eres…
El joven suspiró con cansancio, se merecía esa situación, todos ellos, una pena que no los hubiera encontrado, pero aun así…
                -Sal de la ciudad, en cuestión de días será un caos, dirígete a la costa, y no confíes en nadie –dijo aun sin saber por qué.
                -Gracias… has cambiado ¿sabes? Mucho…
                -Lo se…

Poco a poco la fue dejando atrás. Mientras en su cabeza resonaba “Las circunstancias han querido que cambiara”, sus pasos solo avanzaban hacia el norte, algún día llegaría.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Red sea



No podía recordar como todo se había ido al traste. Había pasado así, de repente, sin avisar… todo su mundo se había apagado al cerrar los ojos. Se había convertido en lo que ahora se mostraba ante él, un desierto… ruinas…
Durante días buscó razones, supervivientes, algo a lo que su corazón se aferrara, algo que poder mantener… solo encontró decepción. La humanidad pendía de un hilo, y la única ley presente era “VIVE”. Ya no había campos verdes, riachuelos transparentes, ya no había vida, solo arena seca, y sol sofocante. Adiós al reír, al soñar, al vivir de verdad, solo podían alargar su existencia.
Lentamente miro a su cinturón… un revolver y unas pocas balas, era evidente que sus posibilidades eran bajas, pero… ¿alguna vez no lo habían sido?
Sus ojos verdes sin brillo miraron al norte, y sin mostrar emoción alguna, sus pasos en ese nuevo mundo comenzaron… Solo había una forma de avanzar.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El miedo de la luz



Un latido… dos latidos… tres latidos… cuatro, cinco, seis… su mano apretando el pecho, ¿Qué estaba pasando? Cada vez iban más y más rápido. Hacía calor, había mucha gente, quería salir, no quería estar allí. Su respiración… era cada vez más entrecortada… le estaba costando respirar… ¿Qué era aquello?
Sentía frio… el frio látigo del miedo. Aquello era totalmente desconocido, y no le gustaba… le agobiaba, le oprimía. Sus pasos le llevaron al exterior, hacía calor… demasiado calor… no aguantaba allí.
Caminó con la mano en el pecho, y al fin logró llegar al inmenso parque. No sabía por qué se había dirigido allí,  pero en su interior sabía que estaba en el lugar adecuado.  Caminó en silencio, sin apresurarse… todos los recuerdos sobre aquel lugar afloraron a medida que caminaba, había rozado la felicidad en aquel lugar.
Lentamente se sentó bajo la sombra de un árbol… ¿Qué le había pasado? ¿Qué había sido eso? Tenía miedo… cerró los ojos, y comenzó a sentir… el viento, los niños riendo y jugando, los pájaros… no podía volver a repetirse nada de aquello, no lo permitiría. 

Suspiró… abrió los ojos… y tras recostarse  en la hierba durante unos largos minutos, se levantó orgulloso. Aunque el frio muro de su interior se completaba, el nudo que tanto le oprimía había desaparecido por unos minutos. Era inevitable… su propia naturaleza al fin había surgido, haciéndole elegir esa opción que le hacía ser él mismo, pasara lo que pasara.