jueves, 16 de mayo de 2013

El título de caballero.



El capitán entró en el gran salón. En su gran trono la reina central, mostraba una imagen espectacular. A pesar de todas las afrentas, seguía allí fuerte y firme. Bajo la sombra de su capucha, sus ojos verdes encontraron los suyos marrones. El capitán no se arrodillo, ni se inclinó. Siguió manteniendo su mirada durante un par de segundos, pues “solamente una mirada es suficiente para hablar”.
                -Me ocupé del renegado, sigue con vida, pero ahora se lo pensará dos veces antes de volverse contra su protectora. Sé que no me incumbía entrar en esta guerra, pero recuerda que las normas del norte no son las mismas que aquí.
                -¿Por qué? – Preguntó la reina sonriente.
                -¿Te acuerdas de la primera vez que nos conocimos? – Preguntó el capitán – Hicimos un juramento no muy lejos de esta ciudad:
Por demostrar que luchamos por un noble ideal, por no cesar nuestra imaginación a la hora de soñar, por proteger nuestros corazones  y luchar por las personas que amamos, por ser amigos fieles y no cesar de seguir a nuestros camaradas, por tener el valor para vencer dragones, gigantes y saber luchar por nuestras metas, por regalar nuestra presencia al necesitado y ser hospitalario con todo aquel que lo necesite, por comprender los problemas de los demás y ofrecernos a ayudarlo aún a riesgo de nuestra vida, por usar la sonrisa como cura del alma y alegrar al mundo con nuestro caminar, y por no perder nunca la esperanza y aguantar en los perores momentos sin desfallecer, en tierras de Alonso Quijano el caballero de los sueños, nos levantamos como caballeros juramentados”.
                -Mi querido capitán, eso es…
                -Eso es nuestro juramento de caballeros mi reina, el que hace ya tantos años juramos, y nunca cesamos de cumplir.
Y dicho esto, tras darle un beso en la mejilla a la reina, el capitán tomó rumbo al norte a sus asuntos.

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